VATICANO - La primera Encíclica del Papa Benedicto XVI: contribución del prof. Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio

viernes, 27 enero 2006

Roma (Agencia Fides) - El lenguaje contemporáneo ha desgastado muchas palabras: entre de ellas la palabra "amor". Esto supone un grave empobrecimiento en el diccionario de la experiencia humana. Pero Benedicto XVI ha elegido la ingenuidad (sabia) del amor para su primera Encíclica. Es un texto que abre a la esperanza. Muchas utopías y muchas ideologías han terminado. Tantos se encuentran decepcionados y resignados. El Papa no se resigna a un mundo sin amor: "el amor es posible, y nosotros somos capaces de practicarlo, porque hemos sido creados a imagen de Dios".
Así conforta a los cristianos que trabajan con los pobres, a los que están en misión o en situaciones difíciles, que se sienten a veces cansados. Quiere "suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta al amor divino". Quiere despertarse la aurora de un día de amor en la Iglesia y en el mundo. Pero se podría decir: ¡hay problemas más concretos! Todo tenemos miedo de amar, porque el amor nos lleva lejos de nosotros mismos. No huye del concreto. Es una gran vocación, a la que el Papa llama, recordando que necesitamos a Dios para amar. A veces la solidaridad ha perdido la relación vital con la fe, aun con una buena intención. Como consecuencia el amor entre los cristianos o en las instituciones se ha apagado. Se ha perdido en la ideología, en la burocracia o en la profesionalidad.
Por el contrario, la solidaridad cotidiana, para vivir y crecer, necesita la oración: la saben tanto humildes cristianos desde hace años junto a los pobres o en misión: "quien va hacia Dios no se aleja de los hombres, sino que permanece realmente cercano a ellos" - dice el Papa. No hay dos mundos, el de la acción por una parte y, el espiritual, por otra. El amor hacia los hermanos se alimenta de la oración: "aprendo - dice el Papa - a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y con mis sentimientos, sino según la perspectiva de Jesucristo". La encíclica nos invita a todos nosotros y a nuestras comunidades a interrogarse sobre el amor, introduciendo un examen de conciencia. Es importante detenernos en ella, evitando el consumismo espiritual que nos hace pasar de un texto a otro par en el fondo centrarnos en nosotros mismos. Acoger con el corazón estas palabras liberará energías de amor.
Existe una dimensión personal de la caridad que no puede ser remitida a las instituciones o a los especialistas. Cada uno puede y debe ser especialista de la caridad: "Sólo se contribuye a crear un mundo mejor haciendo ahora el bien y en primera persona, con pasión"… - afirma Benedicto XVI. Ciertamente la Iglesia opera con sus instituciones. Pero, también en ellas, no basta la profesionalidad. Se necesita "un corazón que mire”. Hoy vemos muchos dolores (también los de los países lejanos). Estamos desorientados y, quizá uno termina por encerrarse en si mismo. Siempre es posible el amor. El prójimo está a nuestro lado. Pero una particularidad de la actual situación - dice el Papa - es conocer las necesidades de los lejanos. Necesitamos pues, un amor capaz de proyectarse a lo lejos. Además el Papa recuerda la expresión de esa conciencia que estaba viva entre las primeras generaciones cristianas, hoy demasiado olvidada: "En esta familia no debe haber ningún miembro que sufra por falta de lo necesario". Pienso en los cristianos del Sur del mundo.
Pero la caridad no se limita solos a los cristianos, sino se extiende hacia todos los pobres. Vivir la caridad cambia en profundidad la vida de la Iglesia y la hace más bella. La caridad en efecto representa el resplandor de la vida cristiana y eclesial. En esta perspectiva evangeliza, no en el sentido que la acción solidaria sea instrumental. El cristiano - dice el Papa - sabe cuando hablar de Dios y cuando dejar hablar al amor. Pero la caridad comunica de modo real y misterioso la cercanía del Dios. La Deus caritas est es por tanto, una invitación apremiante a tener "un corazón que vea” con amor. En efecto, estoy convencido que, si nuestro corazón se abriera al Evangelio de Jesús, nuestro mundo se abrirá más al amor. (Andrea Riccardi) (Agencia Fides 27/1/2006 - Líneas: 47 Palabras: 726)


Compartir: