Alemania está tratando de dotarse de una nueva política para regular la inmigración y la integración. En el 2000, había 7,3 millones de extranjeros en Alemania, incluidos 1,8 millones nacidos en el País y 3,2 millones de alemanes que venían de la Europa oriental y de la ex-Rusia con pasaportes alemanes, pero que normalmente no hablaban alemán y eran por tanto, asimilables a los inmigrados que debían integrarse. Cada año llegan casi 250.000 personas a Alemania, incluidos los miembros de las familias de extranjeros ya instalados y el País está tratando, desde hace tiempo, de actuar políticas sostenibles de integración e inmigración.
Como en la mayor parte de los estados miembros de la UE, también en Alemania la baja fertilidad y la consiguiente disminución de la población hace que el sistema de pensiones, tal como es concebido actualmente, sea insostenible. El cuadro es el mismo que en todos los estados miembros del UE: la fertilidad es baja, las poblaciones y las fuerzas de trabajo se encuentran en niveles mínimos.
El partido Socialdemócrata y el Grüne/Bündnis 90 (los Verdes) quieren abrir Alemania a la inmigración y acelerar la integración. Los principales partidos de la oposición subrayan en cambio la necesidad de reducir la inmigración. Ambos justifican con los números su tesis: los partidos al gobierno indican las proyecciones demográficas que muestran una Alemania que se restringe sin inmigración, la oposición indica por el contrario, las altas tasas de paro entre los extranjeros en Alemania.
Los acontecimientos del 11 de septiembre no han ralentizado la política del gobierno alemán de liberalizar las leyes sobre la inmigración y los temas de la demografía y el paro continua realizando un papel mucho más importante en las actitudes de liberalización de la inmigración más que la seguridad.