ASIA/INDONESIA - Entre viejas políticas y nuevo curso: el camino lleno de obstáculos de la frágil democracia indonesia

sábado, 3 julio 2004

Yakarta (Agencia Fides) - "Los fantasmas del pasado que vuelven": este es el temor de los observadores en vísperas de las elecciones presidenciales del 5 de julio. Acreditadas fuentes de Fides en Yakarta señalan que, en la fase política actual, pesan los hechos de los últimos años, marcados por la dictadura, la presencia de militares y la instrumentalización religiosa.
El país, nacido como república independiente con Sukarno el 17 agosto del 1945, estuvo gobernado por una brutal dictadura del gen. Suharto desde 1966 hasta 1998. En aquellos años, la concentración del poder no se refería sólo a la esfera política, sino que implicaba también toda la esfera social del país y sobre todo su economía: Indonesia se convirtió en un clásico ejemplo de crony capitalism, el capitalismo del parentesco (término que fue acuñado por la gestión de los Marcos en Filipinas).
La caída de la dictadura, en 1998, ocurrió precisamente bajo el movimiento de la Reforma, que se ha alimentado de dos elementos: la crisis económica que afectó al Sudeste asiático en 1997, particularmente fuerte en Indonesia y el cambio de estrategia de un amplio sector del ejército, dominado por el dictador y después protagonista de una nueva estación política. La hipoteca de los militares se afirma durante la transición. El hombre que personificó el cambio ya desde el principio fue otro general: Wiranto, en homenaje a la tradición javanesa que identifica a menudo a las personas solo con el nombre. Wiranto, que escaló ya los altos mandos militares con Suharto, se convirtió en ministro de Defensa y, con las nuevas elecciones del 2004 (primero legislativas y luego presidenciales) se ha convertido en un hombre de primera plana en la escena política.
En el 2004, la segunda elección legislativa del país de la llegada de la democracia premió dos elementos: los partidos laicos y la antigua guardia del Golkar, el ex partido suhartiano. El Partai Golongan Karya (Golkar) obtuvo el 21,18%. El Partai Demokrasi Indonesia Perjuangan de Megawati Sukarnoputri llegó al 19,40% (en las anteriores elecciones fue el primer partido) con una fuerte penalización con respecto a las anteriores consultas. El reciente Partai Demokrat con el 7,54% que confirma su buena condición y la ascensión de otro inoxidable general: Susilo Bambang Yudoyono.
En el frente islámico, el Partai Kabankitan Bangsa obtiene el 11,77% y es lo que ha registrado las mejores condiciones. Pero también es el partido más moderado de una hilera que cuenta con organizaciones más radicales. Entre los otros partidos el Partai Persatuan Pembangunan del ex presidente Hamza Haz llegó al 8,32%, el Partai Keadilan Sejahtera al 7,19%, el Partai Amanat Nasional de Amien Rais al 6,47%, el Partai Bulang Bintang al 2,57%. Si se suman los votos de los partidos que se refieren al Islam radical - el Ppp de Haz, el Pks y el Pbb - apenas se llega al 17%. Y ya que está excluida una alianza transversal, la victoria de los partidos laico-nacionalistas significa a la vez el ocaso de cualquiera hipótesis islámica a corto plazo.
El frente laico cuenta sobre todo, con la afirmación del Golkar, dónde conviven varios espíritus: el laico nacionalista que mira con simpatía el Islam, y que es capaz de servirse de ello para su provecho. Por el contrario, la penalización de Megawati y su partido parecen señalar el ocaso de la ilusión democrática y popular que el Pdi-p y "Mega" encarnaron al día siguiente del fin de la dictadura. Megawati no ha sabido hacer las reformas necesarias, no ha tocado los grupos de presión económicos del antiguo régimen y, al final, se ha aliado con los militares.
Lo que los observadores temen es un escenario en que, detrás del biombo de una democracia formal, el país vuelva bajo la tutela de los militares y de una elite de hombres y familias. En una democracia joven y frágil como la indonesia, el control de la economía y los medios de comunicación, la reorganización de las organizaciones para los derechos humanos, la tutela sobre el aparato judicial podrían garantizar de nuevo a la vieja casta el consentimiento corroído durante los años de Suharto. (PA) (Agencia Fides 377/2004 Líneas: 49 Palabras: 700)


Compartir: