EUROPA/ITALIA - Falleció Mons. Enzo Serenelli, Director nacional de las Obras Misionales Pontificias por 15 años en Italia: una vida dedicada a la animación misionera

miércoles, 9 septiembre 2009

Roma (Agencia Fides) – A la edad de 78 años de edad falleció, el día de ayer, 8 de setiembre, a causa de una enfermedad incurable, Mons. Enzo Serenelli, Director nacional de las Obras Misionales Pontificias en Italia desde 1983 hasta 1998. Los funerales se realizarán el día de hoy, 9 de setiembre, a las 16 en la Catedral de San Ciriaco en Ancona, diócesis a la que pertenecía.
Ordenado sacerdote el 29 de junio de 1953, don Serenelli fue nombrado en 1962 Director de la Oficina misionera diocesana y en 1971 Director regional de las Obras Misionales Pontificias (OMP), convirtiéndose así en miembro del Consejo nacional de las OMP. El 25 de abril de 1983, el entonces Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el Card. Agnelo Rossi, lo nombró Director nacional de las OMP en Italia, encargó que le fue confirmado por dos mandatos más consecutivos por el Card. Josef Tomko, sucesor del Card. Rossi, hasta el 25 de abril de 1998.
Durante su mandato como Director nacional de las OMP en Italia promovió innumerables iniciativas de estudios y de formación para los responsables de los centros misioneros diocesanos, para los animadores misioneros y para los catequistas. Se esforzó por renovar las OMP y elaboró el “Proyecto Misión”, publicado en 1990, fruto de un largo trabajo colegial que involucró a los agentes misioneros de toda Italia.
A su iniciativa se debe también el nacimiento de la revista mensual “Pueblos y Misión”, la publicación de la colección de documentos del Magisterio pontificio y del Episcopado italiano sobre las misiones, la organización de un importante Simposio teológico-pastoral sobre el tema “La Iglesia misterio de comunión para la misión” en el que participó también el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Card. Joseph Ratzinger. Durante los años de su mandato se celebró también por primera vez la “Jornada de oración y ayuno por los misioneros mártires”, promovida con el decidido apoyo del Movimiento juvenil de las OMP.
“Sacerdote con una fuerte conciencia de pertenencia a la Iglesia – lo recuerda a Fides Tommaso Galizia, Vice-director de las Obras Misionales Pontificias en Italia, que trabajó largo tiempo a su lado – y con grandes capacidades humanas que lo disponían al diálogo y a la colaboración. La Iglesia misionera lo recuerda también por el impulso decidido que le dio a la fase final del proceso, iniciado pocos después de los trabajos conciliares, hacía una mayor unidad de intenciones y de acción pastoral entre los organismos que trabajan en el ámbito de la misión y una más significativa asunción de responsabilidades en el compromiso misionero por parte de las Iglesias particulares”.
Docente de Pastoral Misionera en el Instituto Ecclesia Mater de la Pontificia Universidad Lateranense, miembro de la Comisión Misionera del Comité Central del Gran Jubileo del Año 2000, Mons. Serenelli publicó también dos importante textos para la animación misionera: “Tu para la Misión” (EMI) y “La Misión, un nuevo inicio” (Urbaniana University Press).
En una entrevista concedida a la Agencia Fides el 2 de octubre de 1996, en vistas a la Jornada Misionera Mundial, afirmaba: “Antes de preguntarnos ‘qué tenemos que hacer’ tenemos que descubrir ‘quienes somos o deberíamos ser’. Por lo tanto, antes de ayudar a las misiones es necesario que nos descubramos enviados, mandados, misioneros. Tenemos que recuperar nosotros, antes que nadie, ese protagonismo misionero que nace de la unción del Bautismo y de la Confirmación. El cristiano no puede no ser misionero, no puede gozar del Señor que ha encontrado en su vida como una propiedad privada. Cristo es un don no sólo para disfrutar sino también para donar. La misión le pertenece a todos, no es delegable, como afirma el Papa en la Redemptoris Missio, siempre hay necesidad de ‘enviados especiales’ destinados a anunciar el Evangelio a los pueblos que aún no creen en Cristo. Sin embargo, no sólo cada cristiano es misionero, sino también toda comunidad es misionera, es decir debe vivir la misionalidad como una dimensión ordinaria y normal de su pastoral. La misión no es sólo un hecho personal, sino también un evento y una tarea comunitaria. Nadie en la misión, decía Pablo VI, debe ser ‘un navegante solitario, sino que debe vivir su derecho-deber con una apertura universal al interno de la comunidad a la que pertenece”.
Sobre el compromiso misionero de la Iglesia italiana, en la misma entrevista, subrayaba: “Existe una fuerte sensibilidad y una tradición misionera en nuestro país que lo hacen uno de los primeros entre muchas naciones, tanto por el número de misioneros enviados como por la generosidad de la ayuda material... Sobre este argumento quisiera sin embargo hacer una consideración, que puede ser amarga. Es más fácil recolectar fondos, donar ayuda a una iglesia particular o a un misionero concreto, quizás a uno que conocemos personalmente, más que ayudar a Iglesias ‘desconocidas’, al sustentamiento de más de 1000 Obispos misioneros, de más de 76,000 seminaristas, de numerosos catequistas, de muchas casas de contemplación y de los más de 50,000 sacerdotes indígenas. El Fondo mundial de solidariedad administrado por las Obras Misionales Pontificias existe precisamente para asegurar, desde una perspectiva universal, la ayuda concreta y necesaria para afrontar problemas grandes y urgentes que ninguna Iglesia local podría resolver por sí misma. En esta dirección es necesaria la ayuda unánime de toda la Iglesia y de todo bautizado”. (S.L.) (Agencia Fides 9/9/2009; líneas 61, palabras 917)


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