EUROPA/ITALIA - Carta de los Institutos misioneros italianos a los Obispos: “Una diócesis necesita misioneros ad gentes así como necesita sacerdotes y agentes pastorales en las parroquias”

martes, 28 julio 2009

Roma (Agencia Fides) – El agradecimiento por la “solicitud por todas las Iglesias” asumida a partir de la Fidei donum y el décimo aniversario de la publicación de la Carta del Consejo Episcopal permanente de la CEI (Conferencia Episcopal Italiana) titulada “El amor de Cristo nos apremia”, por un renovado compromiso misionero, constituyen los motivos principales de la Carta que los Institutos misioneros exclusivamente ad gentes presentes en Italia, reunidos en la CIMI (Conferencia Institutos Misioneros en Italia) han enviado a los Obispos de la Iglesia de Dios que está en Italia.
En la carta se analiza la situación actual: “El número de nuestros misioneros y misioneras de origen italiana está en continuo descenso; las vocaciones son raras, nuestras comunidades están cada vez más compuestas por personas ancianas que han vuelto por motivos de edad y salud. Nuestra misma identidad misionera al interno del mundo eclesial italiano conoce connotaciones un poco confusas… La reafirmación de la ‘responsabilidad misionera de la Iglesia local’ nos ha empujado a los márgenes de aquello que, hasta ayer, nos veía como únicos protagonistas”.
Se reconoce luego la necesidad de un “reposicionamiento” en la Iglesia local de los institutos misioneros que, nacidos en un contexto muy diverso del actual, “afirman hoy con fuerza su pertenencia a la Iglesia local, a la que colaboran con el aporte del propio carisma y cuyos presbíteros forman un único presbiterio con los de la diócesis (PO 8)”. De estas consideraciones nace el deseo de una “mayor participación en la vida cotidiana de la diócesis, en relaciones fraternas con todas las ‘fuerzas misioneras’ que están presentes en ellas”, reforzando “los vínculos que unen a los misioneros a sus Iglesias de origen, a las que radicalmente siguen perteneciendo, aunque obran en Iglesias hermanas”.
Entre los signos que manifiestan la pertenencia de los misioneros a la Iglesia local, se cita la entrega solemne del Mandato por parte del Obispo a los miembros de los Institutos que parten en misión, “un gesto que recuerda con fuerza que es siempre la Iglesia local quien envía, aunque ese misionero o esa misionera pasan a través de una institución eclesial específica”.
Una vez de regreso en su Iglesia de origen, los misioneros y las misioneras ante todo ofrecen con su consagración ad vitam, “un fuerte testimonio de la naturaleza misionera de la Iglesia”, además pueden colaborar eficazmente con las Oficinas y los Centros Misioneros Diocesanos. Están en estudio otras formas de colaboración, como sugiere la carta: la formación misionera de los jóvenes y los adultos, de los seminaristas y los sacerdotes, de los religiosos y las religiosas, el aporte en la acogida y en el acompañamiento de sacerdotes y religiosos/religiosas provenientes de culturas y países diversos del nuestro, en el que son llamados a trabajar hoy. “Advertimos fuerte la necesidad de preparar mejor a nuestros miembros para que realicen cada vez más adecuadamente formas específicas de animación misionera, como la catequesis, la educación de los jóvenes, el apostolado de los medios de comunicación, la liturgia, etcétera… Nuestra presencia en medio a extranjeros de otras religiones y en situaciones particularmente degradadas de pobreza y marginación, considerada por algunos de nosotros una continuación natural de su carisma de evangelizadores ad vitam, quisiera ser para todos ocasión de ofrecer un aporte a la obra de presencia y asistencia que pertenece de derecho a los operadores pastorales de la Iglesia local”.
En la óptica del “intercambio de dones” con las jóvenes Iglesias llamadas “de misión”, los misioneros que regresan de esas Iglesias nos invitan con frecuencia a examinar sus experiencias y evaluar si pueden llegar a ser un recurso también para la Iglesia italiana. En particular se refieren a la centralidad del primer anuncio, del que tienen necesidad personas o grupos también en Italia; la riqueza de los carismas y de los ministerios que deben ser valorados para la vida de la Iglesia y para su misión en el mundo; la vitalidad de las comunidades eclesiales de base o pequeñas comunidades cristianas; la libertad profética, que se manifiesta, cuando es necesario, en la denuncia de la corrupción, de las explotaciones, de las colusiones entre políticos y malvivir, y sobre todo con la cercanía a los pobres y a los que sufren; la necesidad de la inculturación; la práctica del catecumenado; la oportunidad del diálogo ecuménico e interreligioso.
La carta se concluye con un doble podido: “En nuestro esfuerzo de conversión para trabajar ‘en la’ iglesia italiana y no ‘paralelamente’ a ella, recordadnos siempre que no estamos llamados a quedarnos sino a partir. Nuestro carisma específico nos orienta exclusivamente al ad gentes también al interno de las diócesis italianas. La consagración ad gentes puede tomar formas diversas y puede insertarse en la pastoral misionera de toda Iglesia local, pero no puede reducirse a tareas de suplencia en la pastoral ordinaria. Ayudadnos a reconocernos como patrimonio eclesial propio de vuestras Diócesis, y dadnos el gusto de sentirnos tales, en particular promoviendo la vocación misionera con la misma convicción con la que se promueven las vocaciones sacerdotales y las religiosas. Una diócesis tiene necesidad de misioneros ad gentes (sacerdotes y laicos, religiosos y religiosas, ad vitam y fidei donum), así como tiene necesidad de sacerdotes y agentes pastorales en las parroquias”. (S.L.) (Agencia Fides 28/7/2009; líneas 59, palabras 812)


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