VATICANO - El Papa en el Ángelus: “Al grito por la sangre derramada, que se eleva desde tantas partes de la tierra, Dios responde con la sangre de su Hijo, que entregó su vida por nosotros. Cristo no respondió al mal con el mal, sino con el bien, con su amor infinito”

lunes, 6 julio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Al grito por la sangre derramada, que se eleva desde tantas partes de la tierra, Dios responde con la sangre de su Hijo, que entregó su vida por nosotros. Cristo no respondió al mal con el mal, sino con el bien, con su amor infinito. La sangre de Cristo es la prenda del amor fiel de Dios por la humanidad. Al contemplar las yagas del Crucificado, todo hombre, incluso en situaciones de extrema miseria moral, puede decir: Dios no me ha abandonado, me ama, ha dado su vida por mí; y de esa manera encontrar una esperanza”. Son las palabras pronunciadas por el Santo Padre Benedicto XVI el domingo 5 de julio, antes de recitar la oración mariana del Ángelus.
El Papa tomó como referencia la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo, que en el pasado caracterizaba el primer domingo de julio, para reflexionar sobre el tema de la sangre, que “en relación con el Cordero Pascual, es de primordial importancia en la Sagrada Escritura”. “En el Antiguo Testamento, como se lee en el libro del Éxodo, la aspersión con la sangre de los animales sacrificados representaba y establecía la alianza entre Dios y el pueblo –recordó el Papa–. A esta fórmula específicamente se refiere Jesús en la última Cena… efectivamente, a partir de la flagelación, hasta su costado abierto luego de su muerte en la Cruz, Cristo derramó toda su sangre, como verdadero Cordero inmolado por la redención universal. El valor salvífico de su sangre es afirmado explícitamente en diversos pasajes del Nuevo Testamento”. En consecuencia, regresando al libro del Génesis, en el que está escrito que: “la sangre de Abel, asesinado por su hermano Caín, grita a Dios desde la tierra (cf. 4,10)”, Benedicto XVI destaca que “lamentablemente, tanto hoy como en el pasado, este grito no cesa, pues continúa corriendo sangre humana a causa de la violencia, de las injusticias y del odio. ¿Cuándo aprenderán los hombres que la vida es sagrada y pertenece sólo a Dios? ¿Cuándo comprenderán que todos somos hermanos?
Luego del Ángelus el Papa recordó dos trágicos eventos. En primer lugar, sobre la tragedia de Viareggio, afirmó: “Mientras elevo a Dios una intensa oración por todas las personas involucradas en la tragedia, hago votos para que incidentes de esa naturaleza no se repitan y que pueda garantizarse a todos la seguridad en el trabajo y en el desarrollo de su vida cotidiana”. Luego, en relación con el atentado de Filipinas, Benedicto XVI tuvo las siguientes palabras: “Quiero también expresar que deploro profundamente el atentado perpetrado esta mañana en Cotabato, en las Filipinas, en el que la explosión de una bomba frente a la Catedral, durante la celebración de la Misa dominical ha causado la pérdida de algunas vidas humanas y numerosos heridos, entre los cuales hay mujeres y niños. Mientras elevo una plegaria por las víctimas de esta acción inhumana, deseo expresar nuevamente mi más firme condena al recurso a la violencia, el cual nunca constituirá una vía de salida a los problemas existentes”. (S.L.) (Agencia Fides 6/7/2009; líneas 37, palabras 559)


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