VATICANO - “LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA” por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - Año Sacerdotal: entre identidad y misión

jueves, 25 junio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El pasado 19 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Santo Padre Benedicto XVI inauguró, con las Vísperas en la Basílica de San Pedro, el Año Sacerdotal. Un entero Año dedicado a los Sacerdotes, a su santificación, a través de la oración de todo el Pueblo de Dios, llamado a descubrir la grandeza del don recibido por el Señor e indispensable para la construcción de la Iglesia. La unión entre Eucaristía e Iglesia y aquella entre Eucaristía y Sacerdocio, fundamentan la unión entre sacerdocio e Iglesia: donde no hay sacerdotes válidamente ordenados, no hay Iglesia, sino simples comunidades eclesiales, de cuya existencia podemos alegrarnos, en la medida en que guardan la memoria del Señor y esperan su venida, pero que, de hecho, no tienen ni podrían tener la presencia sacramental, es decir, aquella real.
El Santo Padre, en su caridad de Pastor Universal, ha dirigido a todo el clero del mundo una bellísima Carta (ver Fides 19/6/2009), que debe ser objeto de atenta meditación por parte de todos los sacerdotes. Una carta que transparenta un auténtico amor a Cristo y a su Iglesia, que revela una intimidad con el Misterio que debería ser propia de todo corazón auténticamente sacerdotal.
La ocasión para el lanzamiento del Año Sacerdotal es el 150 Aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, patrón de los párrocos y que, en este Año, será declarado patrón de todos los sacerdotes. Una figura, si bien conocida, de una modernidad inusitada: vivió en Francia en la época post-revolucionaria anticlerical, párroco de un poblado rural “pobre de fe”, también él pobre en instrumentos culturales o de “estructuras” o “planes pastorales”, el santo cura de Ars supo literalmente transformar la realidad en torno a él con su oración, con su ministerio fiel y con su radical entrega a Cristo.
La Carta del Santo Padre identifica la clave de la santidad de San Juan María Vianney y de todo sacerdote en el binomio “identidad-misión”. En efecto, cada sacerdote está llamado a esa progresiva identificación con Cristo que garantice la fidelidad y la fecundidad de su testimonio. La adhesión a Cristo, que tiene su raíz en el dato objetivo de la configuración ontológico-sacramental, recibida en el sacramento del Orden, es también un recorrido progresivo del alama y de la psique del sacerdote. Cumpliendo con los gestos de su Señor, repitiendo sus Palabras, creciendo en el amor a los hermanos, aprendiendo cada día a ofrecer al Padre su propia vida, reconociendo todo lo que el Señor realiza y los poderosos signos que ofrece, el Sacerdote transparenta realmente el Misterio que lo “aferra” y del que ha sido hecho partícipe.
La identidad sacerdotal no es, pues, sólo un dato objetivo, de reconocerse sacramentalmente, sino que se convierte progresivamente, en una evidencia, tanto para el Pueblo Santo de Dios, que reconoce con intuición sobrenatural a tales sacerdotes, como para el ministro mismo que afirma, en la sencillez y fidelidad de su propia existencia: “No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).
El cansancio de la misión depende frecuentemente de la debilidad de la identidad sacerdotal: el justo rechazo del clericalismo no se puede convertir en abono para el secularismo; la justa promoción de los laicos no debe diluir la necesidad indispensable y la especificidad del ministerio sacerdotal, sin el cual no habría Eucaristía, ni Iglesia, ni misión. (Agencia Fides 25/6/2009; líneas 41, palabras 590)


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