VATICANO - En la Jornada de oración por las Vocaciones el Papa ordena a 19 sacerdotes: “sed siempre hombres de oración y servicio, para llegar a ser, en el fiel ejercicio de vuestro ministerio, sacerdotes santos según el corazón de Dios"

lunes, 4 mayo 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El domingo 3 de mayo, IV domingo de Pascua, Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido en la Basílica Vaticana la Santa Misa durante la cual ha otorgado la ordenación presbiteral a 19 diáconos de la Diócesis de Roma. En la homilía el Papa ha tomado ocasión de la Palabra de Dios para proponer algunas reflexiones.
En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,11-12) la primera lectura, hace reflexionar sobre la singular "homonimia" entre Pedro y Jesús: "Pedro, quien ha recibido su nuevo nombre del mismo Jesús, afirma aquí que es Él, Jesús, "la piedra"- ha dicho el Santo Padre -. En efecto, la única auténtica roca es Jesús. El único nombre que salva es el suyo. El apóstol, y por lo tanto el sacerdote, recibe el propio 'nombre', es decir la propia identidad, de Cristo. Todo lo que hace, lo hace en su nombre… También la referencia a lo que dice el Salmo es esencial: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (Salmo 117 [118], 22). Jesús ha sido "desechado", pero el Padre ha colocado a su predilecto como cimiento del templo de la Nueva Alianza. Así el apóstol, como el sacerdote, experimenta a su vez la cruz, y sólo mediante ella se hace verdaderamente útil para la construcción de la Iglesia. A Dios le gusta construir su Iglesia con personas que, siguiendo a Jesús, ponen toda su confianza en Dios, como dice el mismo Salmo”.
El Santo Padre ha subrayado a continuación que "al discípulo le toca la misma suerte que al Maestro, que en última instancia es la suerte inscrita en la voluntad misma de Dios Padre.. Jesús experimentó sobre sí el rechazo de Dios por parte del mundo, la incomprensión, la indiferencia, la desfiguración del rostro de Dios. Y Jesús ha pasado el "testigo" a los discípulos… Por ello el discípulo, y especialmente el apóstol, experimenta el mismo gozo de Jesús al conocer el nombre y el rostro del Padre; y comparte también su mismo dolor al ver que Dios no es conocido, que su amor no es intercambiado.… Es verdad, y nosotros, los sacerdotes, lo sabemos por experiencia: el "mundo", en la acepción de Juan, no comprende al cristiano, no comprende a los ministros del Evangelio. En parte, porque de hecho no conoce a Dios; y en parte, porque no quiere conocerlo. El mundo no quiere conocer a Dios y escuchar a sus ministros, pues esto lo pondría en crisis”.
Continuando con su homilía, Benedicto XVI ha explicado que "este "mundo", entendido siempre en el sentido evangélico, insidia también a la Iglesia, contagiando a sus miembros y a los mismos ministros ordenados. El "mundo" es una mentalidad, una manera de pensar y de vivir que puede contaminar incluso a la Iglesia, y de hecho la contamina, y por tanto exige constante vigilancia y purificación… Estamos "en" el mundo, y corremos también el riesgo de ser "del" mundo. Y, de hecho, a veces lo somos. Por este motivo, Jesús al final no rezó por el mundo sino por sus discípulos para que el Padre los cuidara del maligno y ellos fueran libres y diferentes al mundo, a pesar de vivir en el mundo”.
Por último, la referencia al Evangelio del Buen Pastor, dónde Jesús declara: "Yo doy mi vida por las ovejas" (cfr Jn 10,15.17.18). "Llegar a ser sacerdotes, en la Iglesia - ha explicado el Pontífice -, significa entrar en esta auto-donación de Cristo, mediante el Sacramento del Orden, y hacerlo con todo nuestro ser. Jesús dio la vida por todos, pero de manera particular se consagró por aquellos que el Padre le había dado, para que fueran consagrados en la verdad, es decir en Él, y pudieran hablar y actuar en su nombre, representarlo, prolongar sus gestos salvíficos: partir el Pan de la vida y perdonar los pecados. De este modo, el Buen Pastor entregó su vida por las ovejas, pero la entregó y la entrega de manera especial a las que Él mismo ha llamado "con afecto de predilección" a seguirle por el camino del servicio pastoral”.
La última parte de la homilía el Santo Padre la ha dedicado a un tema que, según sus mismas palabras, “lo lleva particularmente en el corazón: la oración y su relación con el sacrificio". Después de haber recordado la particular vocación de los presbiterios a la oración – “estamos llamados a 'permanecer' en Cristo, y esto se realiza particularmente en la oración" -, el Santo Padre ha evidenciado que "nuestro ministerio está totalmente ligado a este "permanecer", que es lo mismo que rezar, y de ahí deriva su eficacia". Después ha continuado: "La celebración eucarística es el acto de oración más grande y más alto y constituye el centro y la fuente de la cual también las demás formas de oración reciben la "savia": la liturgia de las horas, la adoración eucarística, la lectio divina, el santo Rosario, la meditación.… El sacerdote que reza mucho y reza bien, va quedando progresivamente despojado de sí mismo y queda cada vez más unido a Jesús, Buen Pastor y Siervo de los hermanos.… De este modo, la misma vida de Cristo, Cordero y Pastor, es comunicada a toda la grey, a través de los ministros consagrados”.
El Santo Padre ha concluido la homilía pidiendo la intercesión, para los futuros presbiterios, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de san Juan Maria Vianney, el Cura de Ars, a cuyo patrocinio está dedicado el próximo Año Sacerdotal, y de Maria Santísima: "en la escuela de la Virgen, sed siempre hombres de oración y de servicio para convertiros, con el ejercicio fiel de vuestro ministerio, en sacerdotes santos, según el corazón de Dios". (S.L) (Agencia Fides 4/5/2009)


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