MISIÓN Y EMIGRACIÓN - EUROPA/BÉLGICA - Vidas desesperadas. Testimonio de una familia armenia ayudada por la Caritas de Bruselas (correspondencia desde Bélgica por Luca De Mata - 14).

viernes, 27 febrero 2009

Bruselas (Agencia Fides) - Caritas no queda muy lejos de donde me alojo . Entras y te sientes en un lugar de gran eficacia, limpio, donde personas motivadas trabajan con dedicación en su trabajo de asistencia a los que no han nacido en esta nación cosmopolita. Para los emigrantes las leyes de nuestros Estados algunas veces son incomprensibles. Llegan con desesperación y con la esperanza de poder finalmente encontrar la paz. Una paz que es una utopía más que una interpretación de valores y comportamientos reales. En nuestro planeta existen lugares que más parecen un campo de concentración dominados por ideologías religiosas, políticas o militares y que se presentan como lugares de paz cuando en realidad no son otra cosa que tiranías que han hecho de la muerte y de la opresión la razón de su existir y de sus leyes. Lugares donde la palabra “no” es un privilegio de quién detiene el poder. Lugares de arrogancia incapaces cultural y moralmente de entender los cambios, las diversidades y los derechos de las personas. Lugares donde al ladrón se le corta la mano pensando que un ejemplo de castigo inhumano es de alguna utilidad para las masas. Una pedagogía que deja mutilaciones y la idea de que sólo la sangre limpia el mal. Un espiral de crueldad ideológica en las que las víctimas son enteras poblaciones. Regresemos a la Caritas de Bruselas, donde hoy tenemos una esplendida jornada de sol. Me siento a fuera en un pequeño y magnifico prado. Una pareja de ármenos me esperan. El anonimato es una obligación que hay que respetar con estas vidas desesperadas y con sus narraciones.

Vuestros nombres no tienen importancia. Lo que podemos decir es que sois una familia Armenia y que tenéis un sólo deseo: regresar. Regresar a Armenia. ¿Europa? Un viaje en el que habéis gastado todos vuestros ahorros. Aquí no habéis encontrado trabajo y no sabéis como pagar el regreso a vuestra nación. Sin la ayuda de Caritas no tendríais con que vivir. ¿Es verdad?
Si. Es verdad.

Esta situación actualmente en Europa no sólo afecta a vuestro pueblo, sino que es la realidad de muchos emigrantes, que llegaron cargados de esperanzas y que están viviendo una realidad distinta de la que les habían contado quienes los convencieron de hacer el viaje...
(Responde el hombre) Somos cristianos como vosotros y esta Fe ha creado muchas discriminaciones a nuestro pueblo. Desde el genocidio a la diáspora. Para los que se quedaron después de la desintegración de la Unión Soviética, cada país quería ser independientes. No había gas, electricidad ni pan. El hambre estaba por todas partes. No había trabajo. Todos se iban, así también nosotros nos fuimos. Para tener un poco de dinero vendimos el coche y todo lo que poseíamos. Ahí comenzaron nuestras desgracias.
Hemos atravesado muchos países, pero en ninguna parte de Europa hemos encontrado ninguna posibilidad para vivir. Armenia es mi país, ahí conozco a la gente, mientras que aquí estamos solos. He trabajado incluso sin sueldo, como un esclavo, y ahora quiero regresar con mi familia. No tenemos nada. Primero viví en la frontera entre Azerbaiján y Armenia y he visto muchas personas morir de hambre. Había días en los que no teníamos nada que darles a los niños. 100-200 gramos de pan al día para todos. Aquí en Europa no estamos mejor. No tenemos trabajo. Con frecuencia no podemos comprar nada para comer, ni podemos permitirnos ahorrar algo para comprar cosas, para vestirnos. Sólo quiero regresar a mi país, a Armenia. Ahí estaremos en las manos de Dios, con los que nos dará, con eso viviremos. No como aquí, que estamos desesperados. Hoy si tengo trabajo comemos, sino no. ¿Qué vida es ésta? Creo que cada persona debería vivir en su país. Ahí nacimos y ahí queremos vivir.




Pero después de tantos sacrificios ¿cómo es que queréis regresar?
(Responde la mujer) Nuestro primer hijo nació en Armenia. Tenía un año y tres meses cuando nos fuimos. Yo estaba encinta. Con el bus nos dirigimos a Turquía y de ahí a Yugoslavia. El segundo niño nació en Belgrado, ahí nos quedamos algunos meses. Cuando comenzó la guerra civil tuvimos que huir. ¿Qué podíamos hacer? De Yugoslavia a Croacia. Sólo unos meses y nuevamente en fuga. La guerra de Yugoslavia se había extendido. Croacia, Eslovenia... estábamos bloqueados. Nos preguntamos que podíamos hacer. Estábamos en Eslovenia. ¿Dónde encontrar un lugar de paz? ¿Regresar? No teníamos dinero, no teníamos vestidos y con dos niños pequeños, sin nada que comer, sin una casa. Finalmente encontramos una manera de huir. Llegamos a Polonia donde nos habían prometido trabajo. Mi marido iba todos los días a trabajar. Al principio le dijeron que le pagarían una vez a la semana. Después una vez cada dos semanas y así en adelante. Al final trabajó prácticamente un año casi sin un sueldo. ¡Nos habían mentido!
Los hombres que nos habían prometido trabajo nos daban sólo un poco de dinero para el pan y la leche de los niños. Era imposible sobrevivir y los niños crecían. Con lo poco que teníamos llegamos a Bélgica. Aquí estamos desde hace nueve meses. No tenemos nada. Nos han prometido un poco de trabajo, mi marido después de dos semanas entendió que nos estaban mintiendo nuevamente. Sólo promesas. Ahora estoy encinta con cinco meses y queremos regresar a casa porque no queremos que nuestro tercer hijo nazca en una tierra extranjera. ¡Ayúdanos a regresar a casa! ¡Ayúdanos! Ahí no nos espera nada. No tenemos nada, no sabemos como será la vida. Sólo hemos logrado sobrevivir y no tenemos nada para nuestros hijos, nada para permitirles estudiar, vivir normalmente, o simplemente para poder comer todos los días. Aunque los armenios afirman que nos debemos ayudar unos a otros, ¿cuándo no tienes nada, qué puedes compartir? (desde Bruselas, Luca De Mata) (14 – continúa) (Agencia Fides 27/2/2009; líneas 77, palabras 989)


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