VATICANO - Benedetto XVI inicia un nuevo ciclo de catequesis centrándonse en San Juan Climaco y en su tratado de vida espiritual, la "Escalera del Paraíso”, que se desarrolla en treinta peldaños

jueves, 12 febrero 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Concluido el ciclo de veinte catequesis dedicado al Apóstol San Pablo, con ocasión del Año Paulino, el Santo Padre Benedicto XVI ha retomado durante la audiencia general del miércoles 11 de febrero la presentación de los grandes Escritores de la Iglesia de Oriente y Occidente, ilustrando la figura de Juan llamado Climaco. Nació alrededor del 575 y su vida se desarrolló por tanto en los años de la grave crisis de Bisanzio, capital del imperio romano de oriente. A los dieciséis años Juan se hizo monje en el monte Sinai, y a los veinte eligió vivir como un eremita en una gruta a los pies del monte, lo que no le impidó encontrarse con personas que deseaban su dirección espiritual y visitar algunos monasterios en Alejandría. Después de cuarenta años de vida eremítica "vivida en el amor de Dios y por el prójimo, años durante los cuales lloró, rezó, luchó contra los demonios - ha recordado el Pontífice -, fue nombrado higúmeno del gran monasterio del monte Sinaí y volvió así a la vida cenobítica, en el monasterio. Pero algunos años antes de su muerte, nostálgico de la vida eremítica, pasó al hermano, monje del mismo monasterio, la guía de la comunidad. Murió después del año 650”.
Juan se hizo famoso, y debe su nombre, a la obra que escribió, la "Escalera" (klímax), calificada en Occidente como “Escalera del Paraíso”. Como ha explicado el Santo Padre, la obra "es un tratado completo de la vida espiritual, en el que Juan describe el camino del monje desde la renuncia al mundo hasta la perfección del amor. Es un camino que - según este libro - tiene lugar a través de treinta escalones, cada uno de los cuales está unido con el siguiente. El camino puede resumirse en tres fases sucesivas: la primera muestra la ruptura con el mundo con el fin de volver al estado de infancia evangélica… El alejamiento voluntario de las personas y lugares queridos permite al alma entrar en comunión más profunda con Dios. Esta renuncia desemboca en la obediencia, que es el camino a la humildad a través de las humillaciones - que no faltarán nunca- por parte de los hermanos… La segunda fase del camino está constituida por el combate espiritual contra las pasiones. Cada escalón de la escala está unido con una pasión principal, que es definida y diagnosticada, indicando además la terapia y proponiendo la virtud correspondiente. El conjunto de estos escalones constituye sin duda el más importante tratado de estrategia espiritual que poseemos… La última fase del camino es la perfección cristiana que se desarrolla en los últimos siete peldaños de la Escala. Estos son los estadios más altos de la vida espiritual… De los tres primeros -sencillez, humildad y discernimiento- Juan, en línea con los Padres del desierto, considera más importante este último, es decir, la capacidad de discernir. Todo comportamiento debe someterse al discernimiento, todo depende de hecho de motivaciones profundas, que es necesario explorar. Aquí se entra en lo profundo de la persona y se trata de despertar en el eremita, en el cristiano, la sensibilidad espiritual y el "sentido del corazón", dones de Dios… De esta forma se llega a la tranquilidad del alma, la esichía, gracias a la cual el alma puede asomarse al abismo de los misterios divinos”.
Este estado de quietud, de paz interior, prepara a la oración, que según Juan se distingue en "oración corpórea" y “oración del corazón”. "La primera es propia de quien debe hacerse ayudar por posturas del cuerpo: extender las manos, emitir gemidos, golpearse el pecho, etc; la segunda es espontánea, porque es efecto del despertar de la sensibilidad espiritual, don de Dios a quien se dedica a la oración corpórea. En Juan ésta toma el nombre de "oración de Jesús" y está constituida por la invocación del nombre de Jesús, una invocación continua como la respiración... Al final, la oración se hace algo muy sencillo, simplemente la palabra "Jesús" se convierte en una sola cosa con nuestra respiración”.
El último peldaño de la escalera es dedicado a la suprema "Trinidad de las virtudes”: la fe, la esperanza y sobre todo la caridad. "De la caridad, Juan también habla como éros (amor humano), figura de la unión matrimonial del alma con Dios. Y elige una vez más la imagen del fuego para expresar el ardor, la luz, la purificación del amor por Dios… Pero la caridad se ve también en relación estrecha con la esperanza". Concluyendo la catequesis, Benedicto XVI ha detacado la actualidad de esta obra "escrita por un monje ermitaño que vivió hace mil cuatrocientos años": "aquella vida monástica es sólo un gran símbolo de la vida bautismal, de la vida del cristiano. Muestra, por así decirlo, en letras grandes lo que nosotros escribimos cada día con letra pequeña. Se trata de un símbolo profético que revela lo que es la vida del bautizado, en comunión con Cristo, con su muerte y su resurrección. Para mí es particularmente importante el hecho de que el culmen de la escala, los últimos peldaños sean al mismo tiempo las virtudes fundamentales, iniciales, más sencillas: la fe, la esperanza y la caridad. No son virtudes accesibles sólo a los héroes morales, sino que son don de Dios para todos los bautizados: en ellas también crece nuestra vida. El inicio es también el final, el punto de partida es también el punto de llegada: todo el camino va hacia una realización cada vez más radical de la fe, la esperanza y la caridad. En estas virtudes está presente la escalada.... Usemos por tanto esta "escala" de la fe, de la esperanza y de la caridad, y llegaremos así a la vida verdadera". (S.L) (Agencia Fides 12/2/2009)


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