VATICANO - “Podemos decir con Pablo que el verdadero creyente obtiene la salvación profesando con su boca que Jesús es el Señor y creyendo con el corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos”: catequesis de Benedicto XVI en la audiencia general

jueves, 6 noviembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La "decisiva importancia" atribuida por Pablo a la resurrección de Cristo ha sido el argumento de la catequesis que ha tenido el Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 5 de noviembre. "Por sí sola la Cruz no podría explicar la fe cristiana, al contrario, sería una tragedia, - ha explicado el Santo Padre -. El misterio pascual consiste en el hecho de que ese Crucificado "ha resucitado el tercer día, según las Escrituras" (1 Cor 15,4) - así atestigua la tradición protocristiana. Aquí está la clave central de la cristología paulina: todo gira alrededor de este centro gravitacional. La entera enseñanza del apóstol Pablo parte desde y llega siempre al misterio de Aquel que el Padre ha resucitado de la muerte. La resurrección es un dato fundamental… Aquel que ha sido crucificado, y que ha manifestado así el inmenso amor de Dios por el hombre, ha resucitado y está vivo en medio de nosotros”.
Luego el Santo Padre ha puesto en evidencia la unión entre el anuncio de la resurrección formulado por Pablo y aquel en uso en las primeras comunidades cristianos prepaulinas, dónde se ve "la importancia de la tradición que precede al Apóstol y que él, con gran respeto y atención, quiere a su vez entregar". San Pablo en la Carta a los Corintios destaca "la unidad del kerigma, del anuncio para todos los creyentes y para todos los que anunciarán la resurrección de Cristo… La originalidad de su cristología no va nunca en detrimento de la fidelidad a la tradición. El kerigma de los Apóstoles preside siempre la reelaboración personal de Pablo… Y así san Pablo ofrece un modelo para todos los tiempos sobre cómo hacer teología y cómo predicar. El teólogo, el predicador no crean nuevas visiones del mundo y de la vida, sino que están al servicio de la verdad transmitida, al servicio del hecho real de Cristo, de la Cruz, de la resurrección”.
A este punto, el Papa Benedicto XVI ha querido precisar que "San Pablo, al anunciar la resurrección, no se preocupa de presentar de ello una exposición doctrinal orgánica - no quiere casi escribir un manual de teología - sino que afronta el tema respondiendo a dudas y preguntas concretas que le venían propuestas por los fieles". El concepto esencial subrayado por Pablo es que todos nosotros hemos sido salvados por el Cristo muerto y renacido por nosotros, sin la resurrección “la vida cristiana sería sencillamente absurda". El acontecimiento de la mañana de Pascua fue “algo extraordinario, nuevo y, al mismo tiempo muy concreto, contrastado por señales muy precisas, registradas por numerosos testimonios. También para Pablo, como para los otros autores del Nuevo Testamento, la resurrección está unida al testimonio de quien ha hecho una experiencia directa del Resucitado. Se trata de ver y de escuchar no solo con los ojos o con los sentidos, sino también con una luz interior que empuja a reconocer lo que los sentidos externos atestiguan como dato objetivo”.
También el tema de las apariciones tiene para Pablo una relevancia fundamental, en cuánto que los dos hechos importantes son la tumba vacía y Jesús que realmente se ha aparecido. Se constituye así - ha explicado el Papa - esa cadena de la tradición que, a través del testimonio de los Apóstoles y de los primeros discípulos, llegará a las generaciones sucesivas, hasta nosotros. La primera consecuencia, o el primer modo de expresar este testimonio, es predicar la resurrección de Cristo como síntesis del anuncio evangélico y como punto culminante de un itinerario salvífico". Sea en las Cartas que en los Hechos de los Apóstoles, se ve que el punto esencial para Pablo es ser testigo de la resurrección.
Por lo demás la afirmación "Cristo ha resucitado" es para Pablo y también para nosotros, hoy, un tema determinante. "Pablo sabe bien y lo dice muchas veces que Jesús siempre fue Hijo de Dios, desde el momento de su encarnación. La novedad de la resurrección consiste en el hecho que Jesús, elevado desde la humildad de su existencia terrenal, es constituido Hijo de Dios 'con potencia'. El Jesús humillado hasta la muerte de cruz puede decir ahora a los Once: Todo poder me ha sido dado 'en cielo y en tierra' (Mt 28, 18)… Por tanto con la resurrección empieza el anuncio del Evangelio de Cristo a todos los pueblos, empieza el Reino de Cristo, este nuevo Reino que no conoce otro poder que el de la verdad y del amor. La resurrección revela por tanto definitivamente cuál es la auténtica identidad y la extraordinaria estatura del Crucificado. Una dignidad incomparable y altísima: ¡Jesús es Dios!... Se puede decir, por tanto, que Jesús ha resucitado para ser el Señor de los vivos y los muertos o, en otros términos, nuestro Salvador”.
Todo esto comporta importantes consecuencias para nuestra vida de fe, como ha subrayado el Papa: "estamos llamados a participar hasta en lo más profundo de nuestro ser en todo el acontecimiento de la muerte y resurrección de Cristo… Esto se traduce en un compartir los sufrimientos de Cristo, como preludio a esa configuración plena con Él mediante la resurrección, a la que miramos con esperanza. Es lo que le ha sucedido también a san Pablo... Vivir en la fe en Jesucristo, vivir la verdad y el amor implica renuncias todos los días, implica sufrimientos. El cristianismo no es el camino de la comodidad, es más bien una escalada exigente, pero iluminada por la luz de Cristo y por la gran esperanza que nace de Él”.
El Santo Padre ha concluido la catequesis con estas palabras: “podemos decir con Pablo que el verdadero creyente obtiene la salvación profesando con su boca que Jesús es el Señor y creyendo con el corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muertos. Importante es sobre todo el corazón que cree en Cristo y que en la fe "toca" al resucitado; pero no basta llevar en el corazón la fe, debemos confesarla y testimoniarla con la boca, con nuestra vida, haciendo así presente la verdad de la cruz y de la resurrección en nuestra historia”. (S.L) (Agencia Fides 6/11/2008)


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