VATICANO - “A diez años de distancia, una mirada atenta a la Encíclica Fides et ratio permite advertir con admiración su perdurable actualidad”: el Papa Benedicto XVI al Congreso Internacional por los 10 años de la Encíclica

viernes, 17 octubre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “A diez años de distancia, una mirada atenta a la Encíclica Fides et ratio permite advertir con admiración su perdurable actualidad: se revela en ella la profundidad y larga visión de mi inolvidable Predecesor”. Lo afirmó el Santo Padre Benedicto XVI recibiendo en audiencia, el 16 de octubre, a los participantes al Congreso Internacional promovido por la Pontificia Universidad Lateranense en el X Aniversario de la Encíclica "Fides et ratio".
“La Encíclica – continuó el Santo Padre –, se caracteriza por su gran apertura hacia la razón, sobre todo en una época en la que se ha teorizado su debilidad. Juan Pablo II subraya en cambio la importancia de conjugar fe y razón en su recíproca relación, aunque en el respeto de la esfera de autonomía de cada una. Con este magisterio, la Iglesia se ha hecho intérprete de una exigencia emergente en el contexto cultural actual. Ha querido defender la fuerza de la razón y su capacidad de alcanzar la verdad, presentando una vez más a la fe como una forma peculiar de conocimiento, gracias a la cual puede abrirse a la verdad de la Revelación… ¿Quién podría negar el aporte que los grandes sistemas filosóficos han hecho al desarrollo de la autoconciencia del hombre y al progreso de las diversas culturas? Estas, por otro lado, se hacen fecundas cuando se abren a la verdad, permitiendo a cuantos participan en ellas, alcanzar objetivos que hacen cada vez más humano el vivir social. La búsqueda de la verdad da sus frutos, sobre todo cuando está sostenida por el amor por la verdad”.
El Santo Padre ha evidenciado asimismo que “se ha verificado un deslizamiento desde un pensamiento preferentemente especulativo a uno mayormente experimental”, en cuanto “la investigación se ha dirigido sobre todo a la observación de la naturaleza en el intento de descubrir sus secretos. El deseo de conocer la naturaleza se ha luego transformado en la voluntad de reproducirla. Este cambio no ha sido indoloro: el desarrollo de los conceptos ha menoscabado la relación entre la fides y la ratio con la consecuencia de llevar a una y a otra a seguir caminos diversos”. El Papa subrayó con todo el valor positivo de la investigación científica: “La conquista científica y tecnológica, con que la fides es cada vez más provocada a confrontarse, ha modificado el antiguo concepto de ratio; de cualquier forma, ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las cosas para dar lugar a una razón satisfecha con descubrir las verdades contingentes de las leyes de la naturaleza. La investigación científica tiene ciertamente su valor positivo. El descubrimiento y el incremento de las ciencias matemáticas, físicas, químicas y de las ciencias aplicadas son fruto de la razón y expresan la inteligencia con que el hombre consigue penetrar en las profundidades de la creación. La fe, por su parte, no teme al progreso de la ciencia y al desarrollo al que conducen sus conquistas, cuando estas están dirigidas al hombre, a su bienestar y al progreso de toda la humanidad… Sucede, sin embargo, que no siempre los científicos dirigen sus investigaciones a estos fines. La ganancia fácil, o peor aún, la arrogancia de sustituir al Creador juegan, a veces, un papel determinante… La ciencia, por otra parte, no es capaz de elaborar principios éticos; puede sólo acogerlos en sí y reconocerlos como necesarios para erradicar sus eventuales patologías. La filosofía y la teología son, en este contexto, ayudas indispensables con las que confrontarse para evitar que la ciencia proceda por sí sola en un sendero tortuoso, lleno de imprevistos y no privado de riesgos. Esto no significa en absoluto limitar la investigación científica o impedir a la técnica producir instrumentos de desarrollo; consiste, más bien, en mantener vigilante el sentido de responsabilidad que la razón y la fe poseen de cara a la ciencia, para que permanezca en su estela de servicio al hombre”.
Benedicto XVI concluyó su discurso recordando que “la verdad de la Revelación no se sobrepone a la alcanzada por la razón; sino más bien la purifica y exalta, permitiéndole dilatar sus propios espacios para insertarse en un campo de investigación insondable como el misterio mismo. La verdad revelada, en la ‘plenitud de los tiempos’ (Gál 4,4), ha tomado el rostro de una persona, Jesús de Nazaret, que trae la respuesta última y definitiva a la pregunta del sentido de todo hombre”. (S.L.) (Agencia Fides 17/10/2008)


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