AMÉRICA/ESTADOS UNIDOS - No se detiene el trabajo de la Iglesia católica sobre las políticas de inmigración

jueves, 11 septiembre 2008

Washington (Agencia Fides) – Mientras Benedicto XVI ha mostrado su preocupación por la muerte de inmigrantes en el Mediterráneo y ha lanzado recientemente un llamamiento a los gobiernos de la Unión Europea para que propongan “políticas eficaces de salvaguarda y acogida para todas las poblaciones de inmigrantes, incluidos también los irregulares y clandestinos”, al otro lado del océano no disminuye la atención de los Obispos estadounidenses frente al endurecimiento de las políticas de gobierno en los Estados Unidos y a la grave situación migratoria en la que versan desde hace muchos años las fronteras norteamericanas, sobre todo a lo largo del confín de tierra con México.
En el discurso de apertura a la Conferencia Nacional sobre la Inmigración que se realizó en Washington del 28 al 31 de julio pasados, el Cardenal Roger Mahony, Arzobispo de Los Angeles, dijo entre otras cosas: “Nuestra nación está viviendo un momento oscuro de su historia respecto a los inmigrantes, refugiados y a todos los nuevos llegados a nuestra tierra”. Y dirigiéndose a los Senadores John McCain y Barack Obama, continuó: “Pido a los dos candidatos presidencial que inicien una discusión civil sobre cómo reformar nuestras leyes sobre la inmigración, en el signo de la justicia y la humanidad. Los invito a recordar a todos los americano nuestra historia común de extraordinarios emigrantes que han contribuido a hacer grande este país”.
Kevin Appleby, Director de la Oficina de Políticas para la Inmigración de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB), explicó a la Agencia Fides que “a partir de la primera mitad de los años ’90, el Servicio gubernativo para la inmigración EEUU (INS, Immigration and Naturalization Service) ha dado inicio a una operación llamad ‘Blockade’ que tiene como objetivo blindar la frontera de tierra Estados Unidos-México y detener las entradas ilegales”.
La operación, más adelante llamada “Hold the line” (que puede ser traducido como: “Detenerse, permanecer en la línea de frontera”), fue inaugurada en septiembre de 1993 en la frontera de El Paso, en Texas, en un tentativo de interrumpir el flujo migratorio ilegal que transitaba en aquella zona proveniente de México. La intervención preveía una concentración de 400 agentes, vehículos y helicópteros a lo largo de 30 kilómetros en la zona de El Paso.
Esta estrategia fue pronto adoptada en otros puntos cruciales. Con modalidades análogas – entre 1994 y 1998 – se inició otras tantas operaciones en las localidades de Tucson, Arizona; San Diego, California; McAllen y Laredo, Texas; El Centro, California, con ingentes inversiones por parte del gobierno EEUU, con la certeza de constituir así una válida medida disuasoria al ingreso ilegal de ciudadano mexicanos y no-mexicanos, los así llamados “OTM” (Other than Mexican) para los cuales México es sólo una etapa intermedia en el viaje hacia una América más próspera.
Para realizar sistemas de protección que posicionar en las áreas de frontera, instalaciones que costaron al estado millones y millones de dólares, fue desarrollado en los últimos años un sistema integrado de vigilancia (ISIS, Integrated Surveillance Information System), que prevé el uso de cámaras de televisión, sensores de tierra distribuidos en el desierto y otros dispositivos electrónicos a la vanguardia, instrumentos en grado de transmitir a cada instante los movimientos a lo largo de la línea fronteriza utilizando las tecnologías GPS (Global Positioning Satellite) y GIS (Geographic Information Systems), que permiten individuar la posición exacta de cada movimiento ilegal. Gracias al uso de las cámaras de televisión, el sistema logra incluso excluir falsas alarmas que derivan del paso de ganado o animales salvajes. A estos sistemas se suman los varios cientos de kilómetros de muro construidos en la frontera, dotado de miles de sistemas de vigilancia por video de gran tecnología.
A pesar del gran despliegue de fuerzas, Donald Kerwin, Director Ejecutivo de CLINIC (Catholic Legal Immigration Network), explicó a la Agencia Fides que “el endurecimiento de las fronteras no ha logrado contener las entradas ilegales, solamente ha logrado hacer más riesgoso atravesar las fronteras, con consecuencias graves, frecuentemente fatales para la vida de quien emprende este viaje”.
CLINIC es una asociación católica con sede en Washington D.C. que ayuda a los inmigrantes, ofrece servicios de formación y asistencia para la reunión familiar, o la ciudadanía, y busca tutelarlos contra persecuciones, abusos, violencias. En un reporte publicado por la asociación en noviembre de 2001, intitulado “Chaos on the US-Mexico Border. A report on Migrant Crossing Deaths, Immigrant Families and Substistence–Level Laborers”, se muestran las cifras oficiales del INS relativas a la inmigración ilegal desde 1994 hasta el 2001. A pesar de que los datos confirmen un aumento de los clandestinos capturados más allá de la frontera y devueltos, se evidencia que las cifras oficiales no tienen en consideración el porcentaje elevadísimo de personas arrestadas por los agentes de frontera del Border Patrol que en los días sucesivos tratan nuevamente de atravesar, frecuentemente con suceso. Las cifras no evidencian tampoco los repetidos tentativos, por lo tanto el crecimiento del número de arrestos demuestra únicamente que existe una presencia mayor de agentes, pero no que haya disminuido el número de personas que entran ilegalmente en el país.
La única cifra en aumento es la que se refiere a las víctimas documentadas, es decir aquellos que mueren durante el viaje por diversos accidentes, como deshidratación, hipotermia, u otras causas ambientales, algunas de las cuales siguen siendo desconocidas; más raro, pero siempre posible, es que alguien sea sorprendido después de haber atravesado la frontera, y muere bajo el fuego de los agentes del Border Patrol, en circunstancias con frecuencia discutibles. Una prueba más de cuanto sean débiles e ineficaces las más rígidas estrategias de vigilancia.
De hecho, explica Appleby, la consecuencia no es que los inmigrantes “renuncian a pasar la frontera, sino que escogen lugares más peligrosos para hacerlo”. Desde la mitad de los años ’90 hasta hoy, “se cuentan alrededor de 4-5 mil muertos en el desierto; y el sistema legislativo americano se encuentra absolutamente sin preparación para afrontar la emergencia. En los últimos 15 años se ha gastado miles de millones de dólares para la protección de las fronteras, pero las cifras sobre la inmigración clandestina se han más que duplicado”, denuncia el representante de la USCCB.
En general, precisa en cambio Kerwin, de CLINIC, a pesar de que el gobierno EEUU desde 1994 hasta hoy ha dedicado y gastado miles de millones de dólares “no se puede afirmar que el porcentaje de ingresos haya disminuido respecto al número de los arrestos, ni tanto menos que el control de las fronteras haya llegado a ser eficaz”. Si el efecto deseado debía ser el detener las entradas ilegales, los hechos demuestran que el objetivo ha fallado.
La derrota, insiste Kerwin, se agrava por el número de muertes: según la asociación, las estimaciones oficiales, con todo, siguen siendo defectuosas, porque muchos son los cuerpos sin vida que el desierto no devuelve, “engullidos por la arena, rápidamente descompuestos por causa de los monzones veraniegos o por las lluvias invernales, destripados por los coyotes, devorados por los halcones”. Porque las únicas estadísticas, concluye con tristeza el Director de CLINIC, “no pueden captar el caos de una región que no puede ser atravesada sin el riesgo real de morir”. (F.M.) (Agencia Fides 11/9/2008; líneas 84 palabras 1186)


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