VATICANO - El Papa se refirió a la conversión de San Pablo en la Audiencia General: “también para nosotros el cristianismo no es una nueva filosofía o una nueva moral. Somos cristianos sólo si encontramos a Cristo”

jueves, 4 septiembre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “En el camino a Damasco, en los primeros 30 años del siglo I, y luego de un periodo en el que había perseguido a la Iglesia, se verificó el momento decisivo de la vida de Pablo. Sobre eso se ha escrito mucho y naturalmente desde diversos puntos de vista. Lo cierto es que allí tuvo lugar un verdadero cambio, más aún tuvo lugar un giro de perspectiva radical”. Con estas palabras el Santo Padre Benedicto XVI inició la catequesis dedicada a la conversión de San Pablo, tenida en el Aula Pablo VI en Vaticano, durante la Audiencia General del miércoles 3 de septiembre.
Sobre este episodio fundamental de la vida de Pablo tenemos dos fuentes: la primera está constituida por los Hechos de los Apóstoles, en los cuales Lucas narra tres veces el evento. “El lector medio –subrayó el Papa– puede ser tentado a prestar demasiada atención a algunos detalles, como la luz del cielo, la caída en tierra, la voz que lo llama, la ceguera, la curación y caída de las “escamas” de sus ojos, y el ayuno. Pero todos estos detalles se dan en referencia a lo que constituye el centro del acontecimiento: Cristo resucitado aparece como una luz espléndida y se dirige a Saulo, transforma su modo de pensar y su vida. El esplendor del Resucitado lo ciega: aparece exteriormente aquello que en realidad constituía una verdad interior, su ceguera frente a la verdad, acerca de la luz que es Cristo. Y luego, su definitivo ‘sí’ a Cristo con el bautismo abre nuevamente sus ojos, lo hace ver realmente... San Pablo, pues, fue transformado no por un pensamiento sino por un acontecimiento, por la presencia irresistible del Resucitado, de la que no podrá dudar nunca más, dada la fuerza y evidencia del encuentro. Éste cambió fundamentalmente la vida de Pablo; en este sentido se puede y se debe hablar de una real conversión”.
La segunda fuente del episodio de la conversión está constituida por las Cartas del mismo San Pablo. “El apóstol nunca habló detalladamente del hecho”, recordó el Papa, sin embargo “hace referencia en varias oportunidades a este importante hecho, es decir que también él fue testigo de la resurrección de Jesús, de quién recibió la revelación, además de su misión de apóstol”. Ambas fuentes, entonces, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo, “convergen en un asunto fundamental: el Resucitado habló a San Pablo, lo llamó al apostolado, hizo de él un verdadero apóstol, testigo de su resurrección, con el encargo específico de anunciar el Evangelio a los paganos, al mundo greco-romano. Y al mismo tiempo San Pablo aprendió que, no obstante la inmediatez de su relación con el Resucitado, debía entrar en la comunión de la Iglesia, hacerse bautizar y vivir en sintonía con los otros apóstoles”.
Sin embargo, Pablo nunca interpreta este momento como una conversión, ya que, como explicó el Pontífice, “este giro que da su vida, esta transformación de todo su ser no es fruto de un proceso psicológico, de una maduración o de una evolución intelectual y moral, sino que viene desde afuera: no es fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Cristo Jesús... Sólo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la clave para entender qué cosa sucedió: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquel que se mostró y habló con él. En este sentido más profundo podemos y debemos hablar de conversión”.
En este evento, sin embargo, Pablo “no pierde nada de cuánto hay de bueno y verdadero en su vida, en su herencia, sino que entiende de una manera nueva la sabiduría, la verdad, la profundidad de la ley y de los profetas, los asimila en un modo nuevo. Al mismo tiempo, su razón se abre a la sabiduría de los paganos; habiéndose abierto a Cristo con todo su corazón, se hace capaz de un diálogo amplio con todos, capaz de hacerse todo a todos. Es por ello que podía verdaderamente ser el apóstol de los paganos”. Concluyendo su catequesis, el Papa recordó que “también para nosotros el cristianismo no es una nueva filosofía o una nueva moral. Somos cristianos sólo si encontramos a Cristo. Ciertamente Él no se muestra a nosotros de esa manera irresistible, luminosa, como hizo con el apóstol Pablo, para hacerlo apóstol de las gentes. Pero también nosotros podemos encontrar a Cristo en la lectura de la Sagrada Escritura, en la oración, en la vida litúrgica de la Iglesia. Podemos tocar el corazón de Cristo y sentir que Él toca el nuestro. Solamente en esta relación personal con Cristo, sólo en este encuentro con el Resucitado nos hacemos realmente cristianos. Es así que se abre nuestra razón, y se muestra toda la sabiduría de Cristo y toda la riqueza de la verdad”. (S.L.) (Agencia Fides 4/9/2008; líneas 50, palabras 800)


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