VATICANO - En la Plenaria del Pontificio Consejo “Cor Unum” el Papa recuerda que la actividad caritativa de la Iglesia “no se debe reducir nunca a un gesto filantrópico, sino que debe ser una expresión tangible del amor evangélico”

lunes, 3 marzo 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Quien trabaja en las múltiples formas de la actividad caritativa de la Iglesia no puede conformarse únicamente con la ayuda técnica o con resolver problemas y dificultades materiales. La ayuda que ofrece no se debe reducir nunca a un gesto filantrópico, sino que debe ser una expresión tangible del amor evangélico. Quien ofrece su trabajo a favor del hombre en organismos parroquiales, diocesanos e internacionales, lo realiza a nombre de la Iglesia y está llamado a dejar trasparentar en su actividad una auténtica experiencia de Iglesia”. Es lo que ha pedido el Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo “Cor Unum”, recibidos en audiencia el 29 de febrero.
En su discurso el Papa subrayó la importancia de la temática afrontada por la Plenaria -“Las cualidades humanas y espirituales de quien trabaja en la actividad caritativa de la Iglesia” - y recordó que quiso dedicar al tema de la caridad su primera Encíclica “Deus caritas est”. En esta circunstancia el Santo Padre expresó un “particular reconocimiento” a todos los que, de distintas formas”, trabajan en el sector caritativo: “Damos gracias a Dios porque son muchos los cristianos que entregan tiempo y energías para hacer llegar no solo ayudas materiales, sino también un apoyo de consolación y de esperanza a quien pasa por condiciones difíciles, cultivando una constante solicitud por el verdadero bien del hombre. La actividad caritativa ocupa así un lugar central en la misión evangelizadora de la Iglesia”. Desde el momento que las obras de caridad “constituyen un terreno privilegiado de encuentro con personas que todavía no conocen a Cristo o lo conocen solo parcialmente”, los Pastores y los responsables de la pastoral de la caridad deben prestar una atención constante a quien trabaja en el ámbito de la diakonia de la caridad, cuidando su formación tanto desde el punto de vista humano y profesional, como teológico-espiritual y pastoral.
Si en nuestros días tanto en la sociedad como en la Iglesia se pone el acento en la formación permanente con el fin de adquirir competencias técnicas específicas, para quien trabaja en los organismos eclesiales es necesario, sin embargo, adquirir esa “formación del corazón” de la que ha hablado Benedicto XVI en la Encíclica Deus caritas est (n. 31 a): “formación íntima y espiritual que, a partir del encuentro con Cristo, hace brotar la sensibilidad del ánimo, única que permite conocer hasta el fondo y satisfacer los anhelos y las necesidades del hombre. Es esto propiamente lo que permite adquirir los mismos sentimientos de amor misericordioso que Dios nutre por todo ser humano. En los momentos de sufrimiento y de dolor, es esta la aproximación necesaria”. La formación en este sector debe, por tanto, calificar a los agentes de las distintas actividades caritativas “para que sean sobre todo testigos del amor evangélico, y lo serán si el fin de su misión no es ser agentes de servicios sociales, sino anunciar el Evangelio de la caridad. Siguiendo las huellas de Cristo, están llamados a ser testigos del valor de la vida, en todas sus expresiones, defendiendo especialmente la vida de los débiles y de los enfermos”, subrayó el Santo Padre citando el ejemplo de la Beata Madre Teresa di Calcuta. “En segundo lugar -siguió el Papa-, estos agentes eclesiales están llamados además a ser testigos del amor, del hecho de que somos plenamente hombres y mujeres cuando vivimos para los demás; que nadie puede morir y vivir para sí mismo; que la felicidad no se encuentra en la soledad de una vida replegada sobre sí misma, sino en la entrega de sí. En fin, quien trabaja en en ámbito de las actividades eclesiales, debe ser testigo de Dios, que es plenitud de amor e invita a amar. La fuente de toda intervención del agente eclesial está en Dios, amor creador y redentor”. (S.L.) (Agencia Fides 3/3/2008; líneas 41, palabras 641)


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