INTENCIÓN MISIONERA - “Para que los cristianos, que en tantas partes del mundo y de varias maneras son perseguidos, por causa del Evangelio, sostenidos por la fuerza del Espíritu Santo, sigan testimoniando la Palabra de Dios con valentía y franqueza”. Comentario a la intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de marzo de 2008.

jueves, 28 febrero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Iglesia será siempre perseguida. No debemos asombrarnos de que sea así. Esa persecución fue anunciada por Jesús: “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (Jn 15, 20).
A imagen de su Maestro, la Iglesia sufre el rechazo del mundo. La persecución es siempre dolorosa e injusta, pero es un signo de la vitalidad de la Iglesia, de su fidelidad a la Palabra y a la persona de Cristo. “También hoy, desde diversos lugares del mundo, con frecuencia llegan noticias de misioneros, sacerdotes, obispos, religiosos, religiosas y fieles laicos perseguidos, encarcelados, torturados, privados de libertad o impedidos de ejercerla por ser discípulos de Cristo y apóstoles del Evangelio. A veces se sufre y se muere también por la comunión con la Iglesia universal y la fidelidad al Papa”, recordó Benedicto XVI en el ángelus del día de la fiesta de San Estaban, primer mártir de la Iglesia, el 26 de diciembre del 2007.
El Santo Padre menciona en su intención misionera para este mes, la variedad de las formas de persecución. En las distintas áreas del mundo se constatan formas diversas de persecución. Quizá en el occidente no existe una persecución violenta, pero se humilla a la Iglesia con el desprecio, la indiferencia y, con frecuencia, la mofa de las realidades cristianas, de los contenidos de la fe y de Dios mismo. En países de misión, sigue estando presente la persecución violenta y muchos hermanos nuestros, siguen derramando su sangre como el testimonio supremo de su amor a Cristo. “El martirio - escribe Juan pablo II en la Incarnationis Mysterium - es la prueba más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a las más violentas de la muertes y manifiesta la belleza en las más atroces persecuciones” (n.13)
No podemos olvidarnos de nuestros hermanos que viven constantemente en situación de Iglesia perseguida. Nuestra oración ha de ser la muestra de nuestra comunión con ellos. S. Agustín habla del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, que sigue sangrando en algunos de sus miembros. Y S. Pablo expresa con claridad esa comunión de vida y de dolor que debe existir entre los miembros de Cristo: “Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él”. (1 Cor 12, 26). Si algún miembro de la Iglesia no experimenta dolor ante el dolor de otros miembros, hay que poner en duda su unión vital al Cuerpo Místico de Cristo.
Hemos de pedir una constante efusión del Espíritu Santo para nuestros hermanos perseguidos. Como expresa el prefacio de la Misa de los mártires, Dios hace de la fragilidad del hombre el testimonio de su fuerza. En la valentía de la confesión de la fe, se manifiesta cómo Dios sostiene con su amor la debilidad humana.
Pidamos para que nuestros misioneros sean fieles a la verdad del Evangelio. Desde los comienzos, S. Juan Bautista sufrió el martirio por ser fiel la verdad. La Iglesia de Dios vivo es “fundamento y columna de la verdad” (1 Tim 3, 15).
Una gran tentación ha sido siempre el comprometer la verdad para evitar las dificultades y persecuciones. Por eso, tenemos que dar gracias a Dios por el testimonio valiente de tantos misioneros que son fieles al Señor, sin miedo ninguno incluso ante las amenazas violentas.
Pidamos para que nuestros hermanos perseguidos sientan el gozo prometido por Cristo en medio de las dificultades: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5, 10-12).
Una Iglesia que es Esposa de Cristo perseguido, debe vivir como Él, sin asustarse la persecución y gozándose de asemejarse a su Maestro: “La Iglesia debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección. Pues así caminaron en la esperanza todos los Apóstoles, que con muchas tribulaciones y sufrimientos completaron lo que falta a la pasión de Cristo en provecho de su Cuerpo, que es la Iglesia. Semilla fue también, muchas veces, la sangre de los cristianos” (AG, 5). (Agencia Fides 28/2/2008 Líneas: 56 Palabras: 828)


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