VATICANO - Modalidades concretas de la misión: evangelización, inculturación, implantatio de la Iglesia (segunda parte) - por el p. Adriano Garuti y Lara De Angelis

martes, 18 diciembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - ¿Cómo hablar de Dios en este mondo peculiar que ha llevado a la pérdida de los valores fundamentales del hombre cristiano? Ante todo debemos emprender el camino de la fe, sólo así podremos manifestar al mundo entero que Dios vive en nuestra experiencia de ser hombres, y es justamente en esta cultura en la que debemos reconocer el valor de nuestro ser hombres que se presenta como un punto de partida fundamental para la fe. Por lo tanto es necesario recordar que sin la interioridad y la maravilla que residen en el corazón humano, no puede haber ni escucha ni evangelización. El papel de la comunidad eclesial se muestra decisivo para comunicar el amor de Dios a todos aquellos que viven lejos de Él.
Sin embargo debemos evitar todo riesgo de sincretismo, ya que es verdad que la Iglesia debe “extenderse a todas las regiones y entrar en la historia de los hombres”, pero al mismo tiempo “trasciende todos los tiempos y las fronteras de los pueblos” (LG 9). Para que esto sea posible es necesario seguir dos principios fundamentales: la inserción concreta del mensaje evangélico en las culturas, mediante el diálogo, y al mismo tiempo la transformación y purificación de los elementos en las culturas que no son conformes a este mensaje (cf. Catechesi tradendae, 53).
La nueva evangelización, modelada sobre el principio de la inculturación, supone que la acción misionaria deba también apuntar a la inserción de las personas evangelizadas en el tejido vital y comunitario de las Iglesias locales, buscando que lleguen a ser autosuficientes y relativamente autónomas respecto a las Iglesias matrices, y favoreciendo la introducción de todas las estructuras eclesiales, y en modo especial el reclutamiento, la formación y el crecimiento del clero local (cf. Redemptoris missio, 48).
No faltan, sin embargo, problemas, o, mejor dicho, interrogativos, que imponen una profundización ulterior. Entre ellos merece una particular atención el problema de la constitución de “Iglesias autóctonas”, que es cada vez más alentada y, en parte, se encuentra ya en vías de realización.
Dicha exigencia, ya presente en el Vaticano II (cf. AG 6), fue subrayada particularmente por Juan Pablo II: en sus múltiples encuentros directos con las poblaciones indígenas, él no sólo invita a los evangelizadores a tener presente a la cultura indígena y a acoger los elementos positivos presentes en ella, sino que alienta abiertamente la constitución de una jerarquía indígena, que incluya también sacerdotes y Obispos.
No faltan, ciertamente, las dificultades y los interrogativos sobre las experiencias actuales, sin embargo es evidente como la constitución de Iglesias autóctonas es no sólo legítima, sino además necesaria. Se trata de una exigencia, enraizada en la historia de la Iglesia desde sus orígenes y promovida por el Magisterio, para vivir la propia existencia cristiana en modo inculturado, como “comunidades vivas de fe, de liturgia y de caridad” (AG 19). Esto no significa aislamiento, sino comunión con la Iglesia universal, que contempla la unidad en la multiplicidad. (8 - continúa) (Agencia Fides 18/12/2007; líneas 40, palabras 506)


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