VATICANO - Cromacio fue un sabio maestro y un celoso pastor. Su primer y principal compromiso fue el de ponerse a la escucha de la Palabra, para ser capaz de hacerse después anunciador de ella: en sus enseñanzas él parte siempre de la Palabra de Dios, y a ella siempre regresa

jueves, 6 diciembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Cromacio fue un sabio maestro y un celoso pastor. Su primer y principal compromiso fue el de ponerse a la escucha de la Palabra, para ser capaz de hacerse después anunciador de ella: en sus enseñanzas él parte siempre de la Palabra de Dios, y a ella siempre regresa… Como pastor celoso, Cromacio sabe hablar a su gente con un lenguaje fresco, colorido e incisivo. Sin ignorar el perfecto ‘cursus’ latino, prefiere recurrir al lenguaje popular, rico de imágenes fácilmente comprensibles”. Al Obispo de Aquilea, Cromacio, llegado a la cátedra episcopal de aquella ciudad en el 388, el Santo Padre Benedicto XVI dedicó su catequesis durante la audiencia general del miércoles 5 de diciembre.
Cromacio nació en Aquilea alrededor del 345. Ya en su familia aprendió a conocer y a amar a Cristo. Fue ordenado diácono, después presbítero y finalmente Pastor de aquella Iglesia. En septiembre del 381 Aquilea fue la sede de un Sínodo, que reunió a alrededor de 35 Obispos de las costas de África, del valle del Ródano y de toda la Décima región, que se proponía debelar los últimos residuos del arrianismo en Occidente. Al Concilio participó asimismo el presbítero Cromacio, en calidad de experto del Obispo de Aquilea, Valeriano. “Recibida la consagración episcopal del Obispo Ambrosio - recordó el Santo Padre -, se dedicó con coraje y energía a una tarea inmensa por la amplitud del territorio confiado a su cuidado pastoral: la jurisdicción eclesiástica de Aquilea, en efecto, se extendía desde los actuales territorios de la Baviera Suiza, Austria y Eslovenia, llegando hasta Hungría”. Muy probablemente Cromacio murió en el exilio, en Grado, en el 407 mientras buscaba salvarse de las correrías de los bárbaros.
Conocido y estimado en la Iglesia de su tiempo, Cromacio ocupaba la prestigiosa sede de Aquilea: la cuarta ciudad de la península italiana y la nona del Imperio romano. Las invasiones de los Godos y de los Hunos “comprometieron gravemente la transmisión de las obras de los Padres conservadas en la biblioteca episcopal, rica de códices. También los escritos de San Cromacio se perdieron”, recordó el Santo Padre, subrayando que “el redescubrimiento de gran parte de la obra de Cromacio se debe a eventos felices y afortunados, que han permitido tan sólo en años recientes la reconstrucción de un corpus de escritos suficientemente consistente: más de unos cuarenta sermones, de los cuales unos diez incompletos, y más de sesenta tratados de comentario al Evangelio de Mateo”.
Entre las temáticas particularmente cercanas a Cromacio, Benedicto XVI citó “ante todo el misterio trinitario, que él contempla en su revelación a lo largo de toda la historia de la salvación. Después el tema del Espíritu Santo: Cromacio señala constantemente a los fieles la presencia y la acción de la tercera Persona de la Santísima Trinidad en la vida de la Iglesia. Pero con particular insistencia el santo Obispo vuelve sobre el misterio de Cristo. El Verbo encarnado es verdadero Dios y verdadero hombre: ha asumido integralmente la humanidad, para donarle su propia divinidad. Estas verdades, reafirmadas con insistencia también en función antiarriana, llevarán unos cincuenta años más adelante a la definición del Concilio de Calcedonia”.
Cromacio habla frecuentemente de la Virgen María sobre todo por su relación con la naturaleza humana del Hijo de Dios: “su doctrina mariológica es límpida y precisa. A él le debemos algunas sugestivas descripciones de la Virgen Santísima”. Frecuentemente la Virgen es considerada en relación a la Iglesia: ambas, efectivamente, son “vírgenes” y “madres”. En su comentario al Evangelio de Mateo, Cromacio se detiene asimismo en algunos conceptos recurrentes: “la Iglesia es única, nace de la sangre de Cristo; es una vestimenta preciosa entretejida por el Espíritu Santo; la Iglesia es el lugar donde se anuncia que Cristo nació de la Virgen, donde florece la fraternidad y la concordia. Una imagen que a Cromacio le gusta particularmente es la de la nave en un mar tempestuoso”.
El Santo Padre concluyó la catequesis recordando que a pesar de vivir en una época borrascosa, Cromacio supo siempre “ponerse al lado de los fieles para consolarlos y para abrirles el ánimo a la confianza en Dios, que no abandona nunca a sus hijos”. (S.L.) (Agencia Fides 6/12/2007 - líneas 47, palabras 708)


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