VATICANO - El Papa en el Ángelus: “El hombre y el mundo necesitan de Dios, ¡del verdadero Dios!, o quedarán privados de esperanza. La ciencia contribuye mucho al bien de la humanidad, sin duda, pero no está en capacidad de redimirla”

lunes, 3 diciembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En el primer Domingo de Adviento, 2 de diciembre, el Santo Padre Benedicto XVI dedicó su discurso antes de la oración del Ángelus al significado de este tiempo que abre el nuevo año litúrgico, durante el cual “el Pueblo de Dios se pone de nuevo en camino, para vivir el misterio de Cristo en la historia”. El Papa afirmó que “la historia cambia y requiere ser constantemente evangelizada; tiene necesidad de ser renovada desde adentro y la única novedad verdadera es Cristo: es Él la plenitud de su realización, el futuro luminoso del hombre y del mundo… tiempo propicio para despertar en nuestros corazones la espera de Aquel ‘es, que era y que viene’. El Hijo de Dios ya ha venido a Belén hace veinte siglos, viene en todo momento al alma de la comunidad dispuesta a recibirlo, vendrá de nuevo al fin de los tiempos, para ‘juzgar a vivos y muertos’. El creyente está por ello siempre vigilante, animado por la íntima esperanza de encontrar al Señor”.
Luego Benedicto XVI siguió adelante subrayando que el primer Domingo de Adviento es “un día de lo más indicado para ofrecer a la Iglesia entera y a todos los hombre de buena voluntad” su segunda Encíclica, dedicada al tema de la esperanza cristiana, intitulada “Spe salvi” porque se abre con la expresión de San Pablo: "Spe salvi facti sumus - hemos sido salvados en la esperanza" (Rm 8,24). “En éste, como en otros pasajes del Nuevo Testamento - evidenció el Santo Padre -, la palabra ‘esperanza’ está unida estrechamente a la palabra ‘fe’. Es un don que cambia la vida de quien lo recibe, como demuestra la experiencia de tantos santas y santos”. Esta esperanza consiste “en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso. Jesús, con su muerte en cruz y su resurrección, nos ha revelado su rostro, el rostro de un Dios tan grande en el amor que nos comunica una esperanza indefectible, que ni siquiera la muerte puede doblegar, porque la vida de quien se confía a este Padre se abre al horizonte de la felicidad eterna”.
En su discurso Benedicto XVI puso asimismo en evidencia que “el desarrollo de la ciencia moderna ha confinado siempre más a la fe y la esperanza a la esfera privada e individual, así que hoy aparece de modo evidente, y a veces dramático, que el hombre y el mundo necesitan de Dios, ¡del verdadero Dios!, o quedarán privados de esperanza. La ciencia contribuye mucho al bien de la humanidad, sin duda, pero no está en capacidad de redimirla. El hombre es redimido por el amor, que hace buena y bella la vida personal y social. Por ello, la gran esperanza, aquella plena y definitiva, está garantizada por Dios, el Dios que es el amor, que en Jesús nos ha visitado y donado la vida, y a él volverá al final de los tiempos. ¡Es en Cristo que esperamos, es a Él a quien esperamos!”. Antes de recitar la oración mariana, el Papa invitó a la Iglesia a caminar “con María, su Madre” al encuentro del Esposo, con las obras de la caridad, “porque la esperanza, como la fe, se demuestra en el amor”, y deseó un “Feliz Adviento a todos”. (S.L.) (Agencia Fides 3/12/2007 - líneas 33, palabras 560)


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