VATICANO - Benedicto XVI dedica la catequesis de la audiencia general a San Ambrosio: "De la vida y del ejemplo del Obispo Ambrosio, aprendió Agustín a creer y a predicar"

jueves, 25 octubre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La vida y el testimonio del santo Obispo de Milán, Ambrosio, que murió en la noche entre el 3 y el 4 de abril del 397, al alba del sábado santo, han sido al centro de la reflexión del Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia general del miércoles 24 de octubre. Macido alrededor del 340 en Treviri, en una familia cristiana, hijo del prefecto de las Galias, Ambrosio fue conducido a Roma a la muerte del padre y fue preparado para la carrera civil con una sólida instrucción retórica y jurídica. Hacia el 370 fue mandado a gobernar las provincias de la Emilia y Liguria, con sede en Milán. "Precisamente allí hervía la lucha entre ortodoxos y arrianos - ha recordado el Papa en su catequesis -, sobre todo después de la muerte del obispo arriano Ausencio. Ambrosio intervino para pacificar los espíritus de las dos facciones enfrentadas, y su autoridad fue tal que, a pesar de que no era más que un simple catecúmeno, fue proclamado por el pueblo obispo de Milán. Hasta ese momento, Ambrosio era el más alto magistrado del Imperio en Italia del norte. Sumamente preparado culturalmente, pero desprovisto del conocimiento de las Escrituras, el nuevo obispo se puso a estudiarlas con fervor”.
después Ambrosio "aprendió a conocer y a comentar la Biblia a través de las obras de Orígenes, el indiscutible maestro de la «escuela de Alejandría». De este modo, Ambrosio llevó al ambiente latino la meditación de las Escrituras comenzada por Orígenes, comenzando en occidente la práctica de la lectio divina. El método de la «lectio» llegó a guiar toda la predicación y los escritos de Ambrosio, que surgen precisamente de la escucha orante de la Palabra de Dios". En una catequesis ambrosiana se entiende como el santo Obispo aplica el antiguo Testamento a la vida cristiana, así su predicación "parte de la lectura de los Libros sagrados ('los Patriarcas', es decir los Libros históricos y 'los Proverbios', esto es, los Libros sapienciales) para vivir en conformidad con la divina Revelación."
Agustín, venido a Milán como profesor de retórica, se vio empujado a la conversión por el "testimonio del Obispo y de su Iglesia milanesa, que rezaba y cantaba, unida como un solo cuerpo… De la vida y del ejemplo del obispo Ambrosio, Agustín aprendió a creer y a predicar". San Agustín aprendió así de Ambrosio "la asiduidad con la lectura de la Sagrada Escritura con actitud de oración para acoger realmente en el corazón y asimilar la Palabra de Dios". En el libro de las 'Confesiones' Agustín cuenta su encuentro con Ambrosio: " cuando visitaba al obispo de Milán, siempre le veía rodeado de un montón de personas llenas de problemas, por quienes se desvivía para atender sus necesidades. Siempre había una larga fila que estaba esperando hablar con Ambrosio para encontrar en él consuelo y esperanza. Cuando Ambrosio no estaba con ellos, con la gente (y esto sucedía en brevísimos espacios de tiempo), o estaba alimentando el cuerpo con la comida necesaria o el espíritu con las lecturas”. Agustín quedó admirado por la "capacidad singular de lectura y de familiaridad con las Escrituras" de Ambrosio, que fue el principio sobre el que se basaba la catequesis ambrosiana: " la misma Escritura, íntimamente asimilada, sugiere los contenidos que hay que anunciar para llevar a la conversión de los corazones. De este modo, según el magisterio de Ambrosio y de Agustín, la catequesis es inseparable del testimonio de vida. Puede servir también para el catequista lo que escribí en la «Introducción al cristianismo» sobre los teólogos. Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de clown, que recita un papel por oficio. Más bien, utilizando una imagen de Orígenes, escritor particularmente apreciado por Ambrosio, tiene que ser como el discípulo amado, que apoyó la cabeza en el corazón del Maestro, y allí aprendió la manera de pensar, de hablar, de actuar. Al final de todo, el verdadero discípulo es quien anuncia el Evangelio de la manera más creíble y eficaz".
El Santo Padre ha concluido su catequesis recordando que, como el apóstol Juan, San Ambrosio no se cansaba de repetir: "¡Omnia Christus est nobis! Cristo es todo para nosotros!” (S.L) (Agencia Fides 25/10/2007 - Líneas: 48 Palabras: 738)


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