El tiempo es superior al espacio. La diplomacia de la Santa Sede y la “lección vietnamita”

martes, 24 octubre 2023


Por Victor Gaetan

(En la década 1965-1975, entre 790.000 y 1,14 millones de civiles y soldados vietnamitas murieron a causa de la guerra, mientras que el ejército estadounidense sufrió más de 58.000 bajas. De 1963 a 1973, Estados Unidos lanzó unos 4 millones de toneladas de bombas devastadoras de napalm sobre las zonas rurales de Vietnam del Sur; 2 millones de toneladas sobre Laos; y medio millón de toneladas sobre Camboya. Mientras que otras 32.357 toneladas de napalm fueron utilizadas contra Corea en tres años y 16.500 toneladas fueron lanzadas sobre Japón en 1945)

Roma (Agencia Fides)
Las relaciones entre la Santa Sede y Vietnam son un excelente ejemplo de uno de los cuatro principios rectores del Papa Francisco para la consolidación de la paz: el principio que afirma que “el tiempo es superior al espacio” (Evangelii Gaudium, par. 222-223; Lumen Fidei n. 57; Laudato Si', par. 178; Amoris Laetitia, par. 3, 261).
A primera vista, la regla general parece poco precisa. Sin embargo, al reflexionar sobre el proceso paso a paso de la Santa Sede para generar confianza con el Gobierno de Hanoi, nos damos cuenta de lo pertinente y operativo que es este consejo. Se trata de un enfoque que los diplomáticos vaticanos han utilizado durante siglos, pero que Francisco ejerce de un modo que ayuda a las naciones, a los misioneros y a los laicos a beneficiarse de él.
En cuanto a Vietnam, también aflora el contraste entre los objetivos de la Santa Sede y la política de poder del mundo secular. Al igual que Roma se acerca a Hanoi, Washington D.C. trabaja para atraer hacia su órbita al país, principalmente mediante la venta de armas y una nueva “asociación estratégica”. El momento puede ser el mismo, pero los objetivos no podrían ser más diferentes.

Efectos positivos
El pasado mes de julio, el Papa se reunió en el Palacio Apostólico con el presidente vietnamita Vo Văn Thưởng. La Santa Sede y Vietnam firmaron un acuerdo histórico que permite que un representante papal pueda residir en el país, algo que no sucedía desde 1975.
El efecto positivo ha sido inmediato: el 7 de agosto, el Presidente Vo ha realizado su primera visita a la sede de los obispos católicos (en la ciudad de Ho Chi Minh, antigua Saigón), agradeciendo a la jerarquía la labor caritativa de la Iglesia, la prevención de la pandemia y la difusión de un mensaje humanitario. Los medios de comunicación locales han informado de que el Presidente estudiaría la posibilidad de permitir a la Iglesia dirigir instituciones educativas, además de los programas de guarderías que actualmente ya gestionan los católicos.
Aunque algunos sacerdotes vietnamitas de todo el mundo se muestran escépticos ante la posibilidad de que el acuerdo conduzca a una mejora drástica -especialmente a nivel local y en las zonas rurales, donde los creyentes suelen ser maltratados y los funcionarios comunistas deniegan el permiso para construir edificios de la Iglesia-, el Vaticano dispondrá de un canal inmediato de diálogo con el gobierno.
El acuerdo Roma-Hanoi hunde sus raíces en décadas de diplomacia persistente y silenciosa.

Cronología del desarrollo de la confianza
Después de que el Ejército Popular tomara el poder en Saigón (en aquel entonces capital de Vietnam del Sur) y reunificara el país en 1975, ya no se ordenaron más sacerdotes desde 1976 hasta 1990, pero a pesar de ello, el ateísmo no pudo erradicar la fe de millones de devotos católicos. En 1989, el Papa Juan Pablo II envió al cardenal Roger Etchegaray, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, a visitar Hanoi y establecer las bases para la cooperación con el gobierno.
Poco a poco resurgieron grupos y realidades eclesiásticas locales. En 1992, las Hijas de María Inmaculada pusieron en marcha una pequeña clínica sanitaria en la casa madre, que luego ampliaron cuando el gobierno devolvió el convento expropiado. Durante los catorce años siguientes, las delegaciones del Vaticano realizaron unas doce visitas a Vietnam.
En 2004, cuando el entonces Subsecretario de Estado para las Relaciones con los Estados, Pietro Parolin, encabezó una delegación vaticana en Vietnam, el grupo pudo visitar la diócesis más grande del país, Xuan Loc (donde más del 30% de la población es católica), por primera vez en casi 30 años. Gracias a años de conversaciones, a las visitas anteriores y, sobre todo, a la realidad de las comunidades católicas vietnamitas como sujetos incuestionablemente respetuosos de la ley, el gobierno quedó suficientemente convencido de que los católicos no constituían una fuerza desestabilizadora.
Por el contrario, como dijo entonces Parolin a los periodistas locales, la Iglesia "sólo pide poder ejercer libremente su misión, poniéndose al servicio del país y de su pueblo". Un año después, el gobierno aprobó una nueva ordenanza sobre religión, que permitía a la Iglesia llevar a cabo actividades caritativas. También accedió a permitir que el seminario de Hanoi se ampliara e impartiera clases anuales.
En 2010, el Grupo de Trabajo Conjunto Vietnam-Santa Sede acordó que el Papa nombraría a un representante no residente en Vietnam, lo que permitiría una relación bilateral poco menos que de pleno reconocimiento. En última instancia, el gobierno aceptó un plan híbrido para la selección de obispos, que permite a los obispos locales, previa consulta con el gobierno, elaborar una lista de tres candidatos para presentarla a Roma, quien anuncia el nombramiento del obispo. El principal problema ha surgido cuando, en ocasiones, las vacantes quedan pendientes por deficiencias y lentitud de los funcionarios del gobierno.

Mejores condiciones, con el tiempo
En su conjunto, esta diplomacia de la paciencia con Vietnam ha dado sus frutos. La Iglesia sigue creciendo en número de miembros, vocaciones y gestión de escuelas. Se construyen nuevas iglesias, incluso en regiones montañosas remotas, financiadas principalmente por los feligreses.
La Iglesia coopera bien con la mayor religión de Vietnam, el budismo, especialmente en el cuidado de enfermos terminales y otras obras de caridad. Mientras tanto, el activismo político es prerrogativa de los católicos laicos: los fieles llevan adelante manifestaciones contra la corrupción, la restricción de la libertad de expresión y la mala gestión medioambiental.
Vemos, a lo largo de 35 años, cómo la Santa Sede, actuando con y en nombre de los obispos y sacerdotes locales, ha construido paso a paso una relación con un gobierno hostil, a través de un diálogo que no ha tratado de minimizar las diferencias entre ambos, sino que ha encontrado puntos concretos de entendimiento. Cuando Francisco promueve una cultura del encuentro, sugiere un proceso a través del cual las personas, de buena fe, pueden compartir ideas y encontrar acuerdos sin perder ni ocultar su identidad.
El tiempo transcurre. Crece una relación. Se descubren objetivos comunes. Se avanza, pero nadie debe “obsesionarse por resultados inmediatos”, advierte Francisco en Evangelii Gaudium (par. 223). Y continúa: “Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios”.
La dimensión teológica refuerza el compromiso de la Iglesia en este enfoque: al iniciar un proceso de reconciliación, el Espíritu Santo puede intervenir para completarlo. Esta lección se puede aplicar tanto a nivel individual como internacional.

Dominar el espacio y vender armas
Mientras tanto, los gobiernos seculares tienden a centrarse en “poseer los espacios” en todos los contextos, porque están preocupados por dominar las situaciones. Como escribe el Papa Francisco, darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse... para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación (Evangelii Gaudium, par. 223).
Vietnam nos ofrece una vez más un ejemplo interesante. El mes pasado, el presidente estadounidense Joe Biden visitó Hanoi, donde ambos gobiernos anunciaron una nueva cooperación estratégica. Según los principales medios de comunicación, como Reuters y el Washington Post, Estados Unidos espera vender a Vietnam armamento por valor de miles de millones de dólares, incluida una flota de cazas F-16, a pesar de que Vietnam se abastece en Rusia de aproximadamente el 80% de su arsenal militar.
¿Por qué está Estados Unidos ansioso por realizar esta enorme venta (en un momento en que Lockheed Martin, la empresa que fabrica los F-16, tiene una gran acumulación de pedidos)? Según la mayoría de los expertos, porque Estados Unidos quiere romper la relación histórica entre Vietnam y China, así como entre Vietnam y Rusia.
Otra de las razones la aporta OJ Sánchez, vicepresidente de los programas F-16 y F-22 de Lockheed: “Estamos trabajando en la parte inicial del lanzamiento este año y luego seguiremos aumentando hasta cuatro entregas al mes a finales de 2025”, ha declarado a Defense One al margen de una conferencia sobre “Air, Space & Cyber”.
Lockheed tiene previsto entregar este año entre seis y ocho nuevos F-16 a diversos clientes. Después, “cada año se producirá un aumento gradual” hasta alcanzar un ritmo de 48 al año. La empresa entregó el primero de sus nuevos cazas F-16 Block 70 a Bahréin en marzo. Lockheed también está ampliando su infraestructura de F-16 en Europa. En agosto anunció la apertura de un centro europeo de entrenamiento de F-16 en Rumanía, donde ya hay 17 aviones de este tipo.
Pero esta estrategia ignora la estrategia defensiva seguida por Hanoi. Conocida como la estrategia de los “cuatro noes”, expuesta por primera vez en 1998 y reiterada en 2019. Vietnam se ha comprometido a no formar alianzas militares, a no posicionarse del lado de un país contra otro, a no tener bases militares extranjeras en su territorio y a no utilizar la fuerza en las relaciones internacionales.
Ian Storey, investigador del Instituto de Estudios del Sudeste Asiático (ISEAS) de Singapur, ha declarado recientemente al New York Times: “Creo que, en cierto modo, Estados Unidos tiene expectativas poco realistas respecto a Vietnam. No estoy seguro de que comprendan del todo lo delicadas que son las relaciones de Vietnam con China y lo profundas que son sus relaciones con Rusia. Al malinterpretar estos aspectos, Estados Unidos podría salir mal parado”.

El tiempo desvela secretos
Otra ventaja de respetar los tiempos es que al final aprendemos cosas que pueden cambiar nuestra percepción de la realidad, y con frecuencia es la información nueva la que hace daño.
Estados Unidos restableció relaciones diplomáticas con Vietnam en 1995, lo que plantea la siguiente pregunta: ¿A qué sirvió la guerra de Vietnam? Un sacerdote vietnamita nos ofrece una teoría: “No puedo culpar a Estados Unidos. Ellos velan por sus propios intereses. Sacrificaron Vietnam por la diplomacia con China”. En efecto, el histórico viaje del Presidente Nixon a Pekín en 1972 precedió por sólo tres años al abandono estadounidense de Vietnam. Ahora bien, una nueva y sorprendente investigación explica cómo Estados Unidos cometió errores fatales mucho antes del cambio geopolítico.
Resulta chocante la revelación de cómo Estados Unidos ayudó a poner en el poder al posteriormente asesinado presidente católico Ngo Dinh Diệm y a su hermano Ngo Dinh Nhu.
Diem era católico y su familia se trasladó de Vietnam del Norte a Vietnam del Sur en la década de 1950. Se opuso al comunismo y al colonialismo francés. Respetaba el budismo y veía su potencial para revitalizar la identidad vietnamita, especialmente en el campo, frente a la propaganda comunista.
Un libro publicado en 2015 por Geoffrey Shaw resulta revelador: The Lost Mandate of Heaven: The American betrayal of Ngo Dinh Diem, President of Vietnam (Ignatius Press, 2015) con una introducción del erudito jesuita James V. Schall, SJ El libro narra cómo Diệm pasó dos años a principios de la década de 1950 visitando Estados Unidos, alojado en los monasterios de Maryknoll. Un cardenal estadounidense presentó a Diệm a la élite política.
Washington ayudó a Diem a convertirse en presidente en 1955. Sin embargo, como explica el autor, “las mismas cualidades que admiraban en Diem llevarían más tarde al gobierno [estadounidense] a entrar en conflicto con él”.
Diem conocía bien la vida en las aldeas, como antiguo administrador. Sabía que la ideología comunista estaba profundamente arraigada en su país, por lo que fue severo a la hora de eliminarla. Mientras tanto, la administración Kennedy le presionaba para que fuese “más democrático”. Al oponerse a la expansión de la presencia militar estadounidense, por temor a una pérdida de soberanía, lo asesinaron a él y a su hermano de forma espantosa, como afirma el libro.
Al matar a Diệm, que era respetado incluso por Ho Chi Minh, el líder comunista, Estados Unidos cavó su propia tumba. Nadie habría podido derrotar al comunismo una vez que Diệm desapareciera, argumenta Shaw de forma convincente.
Cuando Hồ Chí Minh se enteró de que Diệm había sido asesinado, dijo: “Me cuesta creer que los estadounidenses sean tan estúpidos”.
El politburó norvietnamita fue aún más lejos: “Las consecuencias del golpe serán contrarias a los cálculos de los imperialistas norteamericanos”, declaró. “Diệm era una de las personas más fuertes que resistían al pueblo y al comunismo”.

Siempre la misma historia
Preocupada únicamente por el análisis a corto plazo y el dominio del espacio, una gran potencia mundial secular sigue utilizando y gestionando la competición militar y el intervencionismo político en contraposición al diálogo y la diplomacia.
Roguemos para que los cálculos comiencen a realizarse con mayor amplitud de miras, lo que incluye una mayor reflexión y compromiso en favor de la paz.
(Agencia Fides 24/10/2023)


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