ASIA/FILIPINAS - Desinformación, corrupción y violencia: retos para los ciudadanos y la política nacional

miércoles, 11 mayo 2022 derechos humanos   dignidad humana   política   iglesias locales   ciudadanía   sociedad civil  

Cagayan de Oro (Agencia Fides) – “Nos esperan diez desafíos como individuos y como nación”, afirma el jesuita filipino Antonio Ledesma, SJ, arzobispo emérito de Cagayan de Oro, en una nota enviada a la Agencia Fides. El jesuita señala una serie de cuestiones políticas cruciales a las que tendrá que prestar atención el nuevo presidente de la nación. Con una victoria aplastante, aunque aún no oficializada, Ferdinand Marcos Jr, hijo del ex presidente y posterior dictador Ferdinand Marcos Sr, y la vicepresidenta Sara Duterte (hija del presidente saliente Rodrigo Duterte), se sitúan en cabeza tras el recuento del 98% de las papeletas en las elecciones del 9 de mayo. Ambos han recibido más de 31 millones de preferencias, más del doble que sus primeros rivales en la carrera.
El arzobispo cita como primer reto “la campaña de desinformación masiva en las redes sociales, que en los últimos años ha conseguido entrar en la mente de los usuarios, a través de los teléfonos móviles, incluso en zonas remotas del país”. “La rehabilitación del nombre Marcos, la degradación de la reputación de otros candidatos, han sido planificadas. La repetición frecuente de mentiras puede eventualmente ser aceptada como verdad”.
La nota señala -en su segundo punto- “la falta de conciencia histórica de las iniquidades de la Ley Marcial, especialmente entre los jóvenes votantes nacidos después de los años 70 y 80”. Nuestro sistema educativo no ha conseguido que las nuevas generaciones comprendan los horrores de este periodo. Debemos corregir estas deficiencias en aras de la verdad”.
Un problema que surge constantemente - el tercer desafío - es la práctica de la compra de votos, promovida abiertamente el día de las elecciones, “que no puede ser aceptada por los políticos honestos” y que debe ser contrarrestada mediante la aplicación de las leyes existentes.
El arzobispo emérito cita como cuarta cuestión una característica estructural de la política filipina: la presencia de “dinastías políticas que han perfeccionado la práctica de convencer a los funcionarios públicos y ponerlos de su lado”, gracias en parte a la gran disponibilidad de recursos que tienen los clanes familiares. “¿Pero es la riqueza personal del político o el saqueo del erario público?”, se pregunta en la nota.
En cuanto a los líderes religiosos, “siguen siendo apartidistas pero deben ejercer su papel profético - afirma el jesuita en el punto cinco - al denunciar con fuerza cuestiones morales, como las ejecuciones extrajudiciales, la desinformación, el impago de impuestos”. Los líderes religiosos, señala, “deben hablar también de la justicia social y de la opción por los pobres, de la urgencia del buen gobierno”.
Los filipinos, se señala en el capítulo seis, han permitido que la hija de un dictador regrese al país y se presente de nuevo a un cargo público, siendo “demasiado indulgentes y complacientes en este sentido”. “¿Se puede trabajar por una ley que inhabilite automáticamente a los condenados para presentarse a un cargo público?”, se pregunta.
El séptimo punto planteado por el análisis señala que los votantes de las clases sociales más desfavorecidas constituyen la gran mayoría de la población votante, mientras que las clases altas y medias sólo representan el 10%. De ahí la urgencia de trabajar por “la justicia social y centrarse en las necesidades de los sectores de bajos ingresos de la sociedad filipina, que son vulnerables a la difusión de noticias falsas”.
Sobre el resultado de la votación – como octavo punto -, el jesuita señala la alianza de dinastías políticas que se hicieron con el control de los poderes ejecutivo y legislativo. “En este sentido, la sociedad civil (ONGs, asociaciones, medios de comunicación, Iglesia y familias...) debe asumir un papel más importante en el mantenimiento de los valores culturales y religiosos”, promoviendo “políticas públicas que toquen la dignidad humana, el bien común y la opción por los pobres”.
El arzobispo emérito, en el noveno punto, alaba “la actividad del voluntariado y la ayuda mutua en todo el país en la búsqueda de un objetivo común”, con motivo de la movilización para el voto, al tiempo que espera que “este espíritu de servicio al bien común continúe para las elecciones de Barangay y las futuras elecciones nacionales”. “Las comunidades de base de la Iglesia también pueden ser estructuras para promover la participación activa en los asuntos públicos” comenta.
Por último, en el décimo punto, afirma que “la pandemia ha dado una nueva conciencia de nuestra interconexión. Avancemos para ayudar a desarrollar lo que el Papa Francisco llama ‘un tipo mejor de política’ y la promoción de la caridad política” concluye Antonio Ledesma.
(PA) (Agencia Fides 11/5/2022)


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