EUROPA/ITALIA - LA MISION Y LAS JOVENES IGLESIAS PROTAGONISTAS DE LA NUEVA EVANGELIZACION: ENTREVISTA AL P. PIERO GHEDDO SOBRE MEDIO SIGLO DE PROGRESOS Y DIFICULTADES EN EL MUNDO MISIONERO

viernes, 27 junio 2003

Milán (Agencia Fides) - El P. Piero Gheddo, misionero del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) es uno de los “rostros misioneros” más conocidos en Italia y en muchos países del extranjero. Ordenado sacerdote el 28 de junio por el Card. Ildefonso Schuster, futuro beato, en 50 años de sacerdocio, el P. Gheddo ha escrito unos 70 libros, publicado miles de artículos y servicios en revistas y periódicos, realizado transmisiones radiofónicas y televisivas. Todo siempre centrado sobre el tema de la misión ad gentes que ha podido palpar muy de cerca en sus 80 viajes por todo el mundo. Director de “Mundo y Misión” desde 1959 a 1994 y desde hace 9 años director de la Oficina Histórica del PIME. Ha querido recordar su jubileo sacerdotal – y no hubiera podido ser de otra forma- publicando un libro “La misión continúa. Cincuenta años al servicio de la Iglesia y del tercer mundo” (San Pablo 2003, págs. 364). La Agencia Fides le ha dirigido algunas preguntas sobre su experiencia poco común.

P. Gheddo, ¿cuáles son los contenidos de este libro sobre medio siglo de misión ad gentes?
He querido contar, documentando lo que digo con mi experiencia y los hechos de las Iglesias jóvenes, como la misión ad gentes ha cambiado desde 1953 al 2003, es decir en mis 50 años de sacerdocio y de periodismo misionero. La idea central que me ha guiado ha sido: las jóvenes generaciones no conocen casi nada del tiempo pre-conciliar y del Concilio Vaticano II (1962-1965) que yo, por el contrario, seguí muy de cerca como “perito” de la Comisión de las Misiones (nombrado por Juan XXIII en 1962) y como periodista del Osservatore Romano precisamente para las paginas diarias sobre el Concilio. Me pareció interesante empezar describiendo como era la misión ad gentes en los años 50, como ha ido cambiado después gradualmente y como es hoy. He puesto de relieve los progresos y las dificultades del mundo misionero, indicando las vías para reemprender el empuje en el trabajo de anuncio del Evangelio y de conversión de la humanidad a Cristo, siempre según mi experiencia de hombre que ha visitado y estudiado mucho sobre todo a las Iglesias jóvenes.

Hoy se habla mas que antes de misión, y sin embargo, las vocaciones misioneras y las ayudas disminuyen. Quizá porque los misioneros son vistos como aquellos que excavan pozos, construyen escuelas y hospitales, ayudan a los pobres, los huérfanos, los encarcelados como hacen otras tantas organizaciones internacionales?
Yo me temo, y en el libro demuestro porque, que hoy el misionero con frecuencia no aparece ante la opinión pública como aquello que realmente es: mandado por la Iglesia para realizar la labor de la misión a las gentes, esto es, a los no cristianos, a evangelizar y fundar la Iglesia “en aquellos pueblos y grupos en los que todavía no existe”. Es decir, anunciar a Jesucristo y bautizar a los que crean en El, iniciando las primeras comunidades cristianas por todo el mundo (así dice el Decreto conciliar “Ad Gentes” n.6). Por tanto, si el misionero es visto como trabajador social u otros papeles políticos-sociales, por muy respetables que sean, y no como evangelizador, no podemos después lamentarnos de que disminuyan las vocaciones y las ayudas a las misiones.

¿Sostiene que la misión ad gentes volverá a ocupar un puesto importante?
Indudablemente si, porque los hombres necesitan el Evangelio y no podemos olvidar que cerca de la mitad del género humano, más de tres millares de hombres, no han oído nombrar nunca a Jesucristo. Dedico buena parte del libro a explicar como se desarrolla hoy la misión a los no cristianos. Existen muchas novedades de las que no nos damos cuenta, nosotros que habitamos en países de antigua cristiandad. Cada vez estoy más convencido de que precisamente la misión ad gentes y a las Iglesias jóvenes proyectadas hacía los no cristianos podrán renovar la “Nueva Evangelización” en nuestros países que tiene a sus espaldas dos mil años de cristianismo. Ya nos están renovando no solo en las formas pastorales, sino en el entusiasmo de la fe que lleva a la misión.

Uno de los temas de su libro está ligado al mundo de las comunicaciones ¿Qué tipo de ayuda pueden ofrecer los medios de comunicación a la misión?
No basta trabajar al servicio del Evangelio, hace falta también informar, comunicar, contar las maravillas del Espíritu en todas las partes del mudo. Con frecuencia, visitando las misiones, incluso recientemente en Indonesia, me digo: aquí están viviendo los primeros tiempos del anuncio del Evangelio y el Espíritu Santo actúa hoy como en el tiempo de los apóstoles; no ha envejecido el Espíritu, no se ha retirado. Las Iglesias jóvenes son las que pueden devolvernos el entusiasmo de la fe tan solo si conociésemos lo que sucede allí y si los misioneros viviesen su experiencia con el estupor juvenil que da la fe. Estamos todos demasiado enfermos de pesimismo, de desanimo, pensamos que el mundo y la Iglesia van de mal en peor. No es verdad, el mundo y la Iglesia están guiados por Dios, por el Espíritu Santo y van hacia el Reino de Dios: la vida de las Iglesias jóvenes y de las misiones lo demuestran.

¿Qué piensa de la iniciativa que tiene en programa la Agencia Fides de abrir un espacio a los jóvenes sacerdotes donde puedan confrontarse y expresar sus ideas sobre temas que tocan más directamente al campo de su ministerio, de la evangelización y de la promoción humana?
Estoy contento de esta inicativa. Uno de los signos más positivos del mundo moderno (¡hay muchos otros negativos naturalmente!) es el crecimiento de los medios de comunicación. Hoy todas las personas pueden expresarse y es importante, especialmente para las Iglesias jóvenes tener instrumentos de comunicación, de expresión, poder intervenir en debates, contar las propias experiencias.

¿Sobre que binarios debe caminar la misión en el Tercer Milenio para que se realice la “primavera misionera” indicada por el Papa en la Redemptoris Missio?
La misión es una obra de fe, sin la fe en Cristo, único Salvador del hombre no se comprende. Estamos en un momento de baja del espíritu misionero, precisamente porque la fe, al menos en nuestros países de antigua cristiandad, se ha nublado, no tiene ya la fuerza de un tiempo. “El “tiempo de las certezas” ha pasado, hoy la cultura moderna es la del “pensamiento débil”, la “filosofía de la duda sistemática”. En el libro insito sobre esto, poniendo ejemplos concretos y positivos porque las teorías no bastan, el restablecimiento cristiano de nuestro pueblo vendrá cuando sepamos orientarlo hacia la fe y la misión como dice el Papa : “¡La fe se refuerza dándola!” (Redemptoris Missio, n.2).

El último capítulo de su libro está dedicado al “Futuro de la misión”..
La misión de la Iglesia es siempre la misma, pero debe cambiar mucho para adecuarse a los tiempos, a los lugares y a los pueblos ante los cuales se desarrolla: una misión con el método del diálogo, con una fuerte apertura a las culturas locales, comprometida en la promoción del hombre y de los pueblos, privilegiando la atención hacia los últimos y a los derechos del hombre y la mujer. Pero siempre manteniendo bien firme el principio de que Cristo es el único Salvador del hombre. Es necesario además decir que la misión ad gentes está todavía en los inicios. Basta pensar que en África, con más de mil lenguas habladas, el Evangelio está traducido tan solo a unas 300 de esas. Viajando por Asia, existen inmensas regiones en las que no hay nada de cristiano, nada de católico. Estoy convencido de que el tema misionero volverá a ser de gran actualidad para la iglesia, en nuestro tiempo de globalización. Hay valores “misioneros”, como saber mirar mas allá de nuestras fronteras, considerando a todos los pueblos como iguales y hermanos, tener un corazón y una cabeza grandes como el mundo, que deberían caracterizar siempre a los creyentes en Cristo. (S.L.) (Agencia Fides 27/6/2003 Líneas: 103 Palabras: 1353)


Compartir: