AFRICA/BURKINA FASO - Testimonio de niñas y jóvenes obligadas al matrimonio forzado en Burkina Faso

miércoles, 14 julio 2004

Ouagadougou (Agencia Fides) - "Con la excusa de las tradiciones locales se realizan matrimonios sin el consentimiento de la mujer; y como tal es reconocido" dice a la televisión pública italiana, Esther Marie Judith de la Asociación para los derechos de las mujeres de la casa de las Religiosas de la Inmaculada Concepción en Uizia (Burkina Faso) que acoge a chicas víctimas de matrimonios forzadas.
"Para comprar a una mujer como esposa basta una papelera de cola, una droga que se masca, o una cabra. O bien se da a la chica como esposa porque un jefe de tribu quiere tener buena relación con otro jefe. Y así sucede que una niña de 12 años es dada a un hombre de 60" afirma Esther Marie Judith. ¡Como puede una niña, honrar al padre y la madre que la han vendido, la han cambiado por una cabra. Y que la entregan a un viejo! ¡Y por la codicia de esos viejos! Las niñas son atadas porque luego estas niñas quieren huir del horror en que las meten. Las leyes del Burkina castigan estas costumbres, pero después en la realidad es difícil hacerlas observar. Es una esclavitud contra la que debemos luchar todos, por la emancipación no sólo de las mujeres, sino también de nuestra nación y de África."
Sor Kantyono Euphrasie de la asociación para los derechos de las mujeres de Burkina Faso afirma que "las jóvenes que vienen a nosotras huyen del matrimonio forzado, superando dificultades inenarrables y a menudo insuperables". Como prueba de lo que dice Sor Euphrasie, relatamos el testimonio de Maria, una de las víctimas de los matrimonios forzados en Burkina Faso: "Mis padres me entregaron a una tía que me casó cuando tenía tan solo 10 años. Pero a los 15 años me entregaron a otro marido en Costa de Marfil. Entonces yo huí y volví a mi aldea, con mis padres, pero no me querían. Entonces me escondí durante un mes. Luego me encontraron. Primero me pegaron y después me mandaron con mi primer marido. Mientras tanto él enfermó y ya no le interesaba. Sí, me tuvo en casa, y no sé dónde me habrían mandado, quizás a Costa de Marfil. Una chica del catecismo me habló de las Religiosas y me ayudó a escapar por la noche atravesando el bosque. Ahora me encuentro en el centro de las Religiosas. Desgraciadamente mis maridos han venido a buscarme. Pero las Religiosas me defienden y gracias a ellas estoy a salvo. Desde hace algún tiempo mis maridos no vienen a reclamarme, porque las Religiosas han recurrido a la ley para defenderme."
He aquí otro testimonio de una joven de Burkina Faso obligada a casarse, Gladys: Me dieron "a un hombre que no conocía y era mucho mayor que yo. Tenía otras mujeres que me sometían a todo tipo de violencia... trabajaba incluso más que ellas. Huí y me refugie donde las Religiosas. El hombre me secuestro obligándome al matrimonio. Escapé de nuevo y ahora no consiguen cogerme.
"Tenía 19 años cuándo mi padre me entregó a un viejo que además, estaba enfermo, pero ¿cómo podía amarlo? ¡Era un desconocido! Mi vida era un infierno, una violencia continua" dice Thérèse, otra huésped del centro de las Religiosas. No he conocido el amor, la ternura, sólo la violencia y las ganas de huir... hoy estoy aquí y ¡he descubierto por primera vez lo que significa ser amado, ser respetado! ". Y por último la narración más dramática, la de Zalissa: " Las mutilaciones que nos hacen a las chicas es una cosa terrible y hace mucho daño. Cuando era pequeña veía lo que le hacían a las mujeres y cuánto sufrían. Durante el matrimonio, lloré. Sólo deseaba o de escapar o de morir. Cobré valor y huí del hombre al que me habían vendido. Espero que ninguna de mis amigas pase por estas experiencias porque la mutilación es una cosa desastrosa, humillante". (L.M) (Agencia Fides 14/7/2004 Líneas: 44 Palabras: 668)


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