VATICANO - El Santo Padre Juan Pablo II: "La unidad que buscamos es ante todo un don de Dios. Somos conscientes, sin embargo, de que el apresuramiento de la hora de su plena realización depende también de nosotros, de nuestra oración, de nuestra conversión a Cristo."

miércoles, 30 junio 2004

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - A las horas 18 del martes 29 de junio, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Santo Padre Juan Pablo II, con la participación del Patriarca Ecuménico Bartolomé I, ha celebrado la Eucaristía delante de la Basílica Vaticana. La celebración ha tenido lugar cuarenta años después del histórico abrazo que se intercambiaron el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenagora I en Jerusalén en enero de 1964. El Patriarca Ecuménico fue acogido por el Santo Padre dentro de la Basílica Vaticana y juntos fueron en procesión hacia el altar. Después de la lectura del Evangelio, proclamada en latín y griego, el Santo Padre presentó al Patriarca a la asamblea e introdujo su discurso. A continuación siguió la homilía del Santo Padre. Siguió la Profesión de fe, el Símbolo Niceno-Constantinopolitano en lengua griega, según el empleo litúrgico de las Iglesias bizantinas. En el curso de la Celebración Eucarística el Papa bendijo e impuso los sagrados Palios - retirados de la Confesión de San Pedro - a 44 Arzobispos Metropolitanos, procedentes de diversas partes del mundo. Otros ocho recibirán el Palio en su sede metropolitana.
"Hoy centramos nuestra atención en el feliz cuadragésimo aniversario del encuentro - en el año 1964 - de nuestros Predecesores de venerada memoria, en Jerusalén, encuentro que puso fin al camino de nuestro recíproco alejamiento y constituyó el principio de un camino nuevo de acercamiento de nuestras Iglesias - dijo el Patriarca Ecuménico Bartolomé I - Durante este nuevo camino se han realizado muchos pasos hacia el recíproco acercamiento. Se han iniciado diálogos, se han realizado encuentros, ha habido intercambio de cartas; el amor ha crecido, pero todavía no hemos llegado al objetivo deseado. No ha sido posible eliminar en cuarenta años las contraposiciones acumuladas durante más de novecientos años. La esperanza - que va unida a la fe y al amor que siempre espera - es uno de los dones importantes de Dios. También nosotros esperamos que lo que no ha sido posible hasta el momento, se consiga en futuro y lo deseamos, en un futuro próximo. Quizás sea un futuro lejano, pero nuestra esperanza y nuestro amor no se encierran dentro de los breves límites temporales. Nuestra presencia hoy, aquí, expresa con toda evidencia nuestro sincero deseo de remover todos los obstáculos eclesiales que no sean dogmáticos o esenciales, para que nuestro interés se concentre en el estudio de las diferencias esenciales y las verdades dogmáticas que hasta hoy dividen nuestras Iglesias, así como en la manera de vivir la verdad cristiana de la Iglesia unida."
El Santo Padre Juan Pablo II recordó después que "el encuentro actual no es sólo un gesto de cortesía sino una respuesta al mandato del Señor. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y nosotros queremos seguir juntos haciendo cuánto es humanamente posible para paliar lo que todavía nos divide y nos impide comulgar el mismo Cuerpo y Sangre del Señor". Recordando el histórico encuentro de hace 40 años, el Papa exclamó: "Aquel encuentro no puede ser solamente un recuerdo. ¡Es un desafío por nosotros! Nos indica el camino del recíproco redescubrimiento y reconciliación. Camino ciertamente nada fácil, ni falto de obstáculos. En el gesto conmovedor de nuestros predecesores en Jerusalén, podemos encontrar la fuerza para superar todo malentendido y dificultad, para consagrarnos sin descanso en este compromiso de unidad."
Luego Juan Pablo II ha exhortado a todos los cristianos a intensificar, cada uno en su medida, los esfuerzos, "para que se apresure el día en que se realizará plenamente el deseo del Señor", y ha recordado: "la unidad que buscamos es ante todo un don de Dios. Somos conscientes, sin embargo, de que el apresuramiento de la hora de su plena realización depende también de nosotros, de nuestra oración, de nuestra conversión a Cristo." (S.L) (Agencia Fides 39/6/2004; Líneas: 47 Palabras: 681)


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