VATICANO - “AMÉRICA ESTA EVANGELIZANDO A AMÉRICA Y YA VA MAS ALLÁ DE LAS FRONTERAS CONTINENTALES” -ENTREVISTA AL CARD. CRESCENCIO SEPE ENVIADO ESPECIAL DEL SANTO PADRE AL SEGUNDO CONGRESO MISIONERO AMERICANO

viernes, 21 noviembre 2003

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Del 25 al 30 de noviembre Guatemala albergará el Segundo Congreso Misionero Americano: un gran encuentro eclesial que reunirá a unos 3.000 delegados de todos los países americanos, desde Alaska hasta la Tierra de Fuego, comprometidos en el anuncio misionero dentro y fuera del continente. El Santo Padre Juan Pablo II ha nombrado al Cardenal Crescencio Sepe, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, como su Enviado Especial. La Agencia Fides le ha dirigido algunas preguntas

Eminencia, ¿qué es un Congreso Americano Misionero?
Un Congreso Americano Misionero (CAM), es un encuentro del Pueblo de Dios, especialmente de todos aquellos que en la Iglesia en América, (norte, centro, sur del continente y Caribe) desarrollan de algún modo, una actividad de promoción y de animación misionera ad gentes a nivel local, regional o nacional. La finalidad primordial de un CAM, es animar a las Iglesias particulares del continente, para que asuman su propia responsabilidad misionera en la específica tarea de la evangelización de todos los pueblos. Estos Congresos, que de por sí no constituyen un encuentro de expertos en misionología, tienen un carácter eminentemente pastoral y son un instrumento valioso, casi indispensable, para dar profundidad, forma y vida a la conciencia misionera de dichas Iglesias.

¿Cuál fue el origen de dichos Congresos?
Los Congresos Americanos Misioneros tuvieron su origen en México, en la ciudad de Torreón, en ocasión del VII Congreso Nacional Misionero, celebrado del 20 al 23 de Noviembre de 1977. Por una serie de circunstancias, que yo definiría providenciales, dicho Congreso se convirtió en el primer Congreso Misionero Latinoamericano (COMLA), reconocido como tal, gracias a la entusiasta presencia del Enviado Especial del Santo Padre, mi predecesor en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el recordado Cardenal brasileño Angelo Rossi. La participación al mismo de los Presidentes de las Comisiones Episcopales de Misiones y de los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias de diferentes países de América Latina, dio a dicho encuentro un carácter continental.
Otros cuatro Congresos Misioneros Latinoamericanos, celebrados a lo largo de la geografía del continente, siguieron al primer COMLA: el segundo se celebró también en México: Tlaxcala, 1983; los dos siguientes tuvieron su sede en dos países del área bolivariana: Bogotá, (Colombia) en 1987 y Lima (Perú) en 1991; el quinto se celebró en Belo Horizonte (Brasil) en 1995.
Siguiendo los pasos del Sínodo de los Obispos para América, y el deseo del Santo Padre de favorecer la unidad espiritual de los pueblos del continente, los organizadores del VI Congreso Misionero Latinoamericano, que se celebró en Paraná (Argentina) en 1999, consideraron que dicho encuentro misionero bien podía considerarse un fruto de dicho Sínodo, si extendiera el ámbito de su celebración a todas las naciones del continente, desde Alaska a la Tierra del Fuego. Es así como el VI COMLA, se convirtió en el Primer Congreso Americano Misionero (CAM I), abrazando por primera vez, a todos países del continente. Pienso que sea este también uno de los “frutos de comunión y solidaridad en la integración de una Iglesia en una América” a los que hace referencia el “Plan Global 2003-2007” del Consejo Episcopal Latinoamericano.

¿Por qué su celebración en Guatemala?
Si observamos la geografía americana, advertimos como Guatemala es el “corazón” del continente, la nación que une, junto con los demás países centroamericanos, al norte y al sur del “nuevo mundo”. Sin embargo, creo que su situación territorial, ya de por sí muy elocuente, no es suficiente para explicar cuál fue la razón por la que se eligió a Guatemala como la nación sede del CAM 2.
Pienso que la Iglesia en Guatemala, nación que en la historia de la Iglesia en América ha jugado un rol de primer plano, sigue teniendo en el presente y en el futuro inmediato del continente una gran importancia. Una prueba de ello son los tres viajes que Juan Pablo II ha querido realizar a esa noble nación.
En ocasión de su segundo viaje apostólico (febrero 1996) el Santo Padre rindió un merecido homenaje “a los centenares de catequistas que, junto con algunos sacerdotes arriesgaron su vida e incluso la ofrecieron por el Evangelio”. La herencia de estos héroes de la fe, declaró Juan Pablo II, “conlleva la urgente tarea de la evangelización: Es necesario, decía, que ningún lugar ni persona quede sin conocer el Evangelio”. El año pasado, con ocasión de su visita para la canonización del Hermano Pedro de Betancur, el Santo Padre puso de relieve, - como ejemplo a ser imitado por todos -, el testimonio de santidad de ese gran misionero, fruto del “encuentro interior con Cristo que trasforma al ser humano, llenándole de misericordia para con el prójimo”.
La Iglesia en Guatemala se ha preparado para el Congreso con un gran sentido de responsabilidad. Diferentes iniciativas a nivel local, nacional y centroamericano, como por ejemplo el “Año Misionero”, han sabido sensibilizar adecuadamente a todo el Pueblo de Dios. Desde el primer momento los fieles guatemaltecos han sentido el Congreso como algo propio. Un signo elocuente del amor del pueblo guatemalteco hacia el Congreso es la hospitalidad y el modo tan generoso con el que las familias de la capital se preparan para acoger y asistir a los más de 3.000 congresistas.
Dicha labor ha sido encomiablemente promovida y realizada por la Conferencia Episcopal de Guatemala; en modo particular, por el Señor Cardenal Rodolfo Quezada Toruño, Arzobispo de Guatemala, por la Comisión Central del Congreso, presidida por Mons. Julio Cabrera Ovalle, Obispo de Jalapa, coadyuvado por el Director Nacional de las O.M.P., P. Antonio Bernasconi.

¿Cuál será el aspecto prioritario del Segundo Congreso Americano Misionero?
Teniendo en cuenta el contexto social y eclesial del área centroamericana, pienso que “los ejemplos de entrega sin límites a la causa del Evangelio” que en situaciones dramáticas han sabido dar muchos hijos e hijas de la Iglesia en estos amados Países, - entre los que no podemos olvidar al que fuera obispo auxiliar de Guatemala, Mons. Juan Gerardi Conedera -, nos indican uno de los puntos centrales del próximo Congreso: acoger la llamada a la santidad, por parte de cada fiel y de toda comunidad cristiana, constituye la premisa indispensable para que las Iglesias particulares en América asuman responsable y solidariamente el compromiso de la misión ad gentes.
Creo que la Iglesia en Guatemala y en los demás Países centroamericanos, desde la riqueza de su fe acrisolada al fuego de la prueba, desde el tesoro de sus testigos de la fe y desde el testimonio de la comunión eclesial entre sus diferentes pueblos y etnias, puede ofrecer una gran contribución a toda la Iglesia en América y, por ende, a la Iglesia universal. Con su ejemplo nos demuestra que solo desde los dones de la gracia recibidos en el sacramento del bautismo, - plenamente desarrollados, vitalmente asimilados -, es decir, sólo desde una vida santa, se puede ser testigo veraz del misterio del Amor de Dios y es posible asumir con valentía la llamada universal a la misión.
El Santo Padre inaugurará el Congreso mediante un Mensaje que, por medio de su Enviado Especial, dirigirá a los participantes en el mismo. Todos, especialmente las Iglesias particulares del continente, esperamos las palabras del Papa como un estímulo y una guía para el desarrollo de la misión ad gentes, en América y desde América.

¿Cómo está llamada la Iglesia en América a responder a los retos de la Iglesia misionera?
Preferiría responder a su pregunta desde la actualidad del momento presente. Muchas veces hablamos de América como del “continente de la esperanza”, y no podemos dudar que lo sea. Sin embargo, desde mi cargo de Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, constato que, ya ahora, la Iglesia en América está dando respuestas concretas y eficaces a las exigencias y a los retos de la evangelización, no solamente dentro de sus propias fronteras continentales, sino también más allá de ellas.
Poco a poco, se va abriendo paso la idea que la pobreza económica y de medios, no concede el derecho de definirse como “Iglesias que deben solamente ser ayudadas”. Desde la actividad pastoral concreta, se confirma igualmente que entre misión ad gentes y “nueva evangelización” del Continente existe una íntima e indisoluble relación, pues “esta halla su inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal”. Por otra parte, muchas Iglesias particulares perciben que sin misión ad gentes, se ven mermadas de su dimensión universal, constitutiva de su ser “católico”. En este sentido, debo decir que cada vez es más aceptado, y en consecuencia vivido, el hecho que el sacerdote secular no ha sido exclusivamente ordenado para su Iglesia particular y que, por tanto, debe preocuparse también de la misión ad gentes.
Dicho avance en la toma de conciencia de la propia responsabilidad misional no se manifiesta, sin embargo, de manera uniforme. En algunas partes, pienso en especial a algunas zonas del norte del continente y en otros sectores, - Iglesias particulares que otrora manifestaron una generosa disponibilidad hacia las “misiones” -, se registra en la actualidad una disminución de dicha “tensión misional”. El Episcopado local, consciente de dicha problemática, se está preocupando por renovar la fe de sus comunidades para que sean capaces de asumir los desafíos del anuncio del Evangelio a todo el mundo.

¿Cuál es, pues, la respuesta que la Iglesia en América ofrece a la misión ad gentes?
Mediante los programas de cooperación misional, “Iglesias hermanas”, algunas Iglesias particulares del continente que el Señor ha bendecido con mayor número de vocaciones, ayudan solidariamente a otras Diócesis o Vicariatos Apostólicos en América, más necesitadas de personal apostólico. En estos últimos años se comprueba un esperanzador aumento del envío de sacerdotes (mediante la “fórmula fidei donum”), y de fieles laicos, a los “territorios de misión”, que en el continente americano constituyen todavía unas 83 Circunscripciones Eclesiásticas. América está evangelizado a América.
El impulso evangelizador de la Iglesia en América se está sintiendo también, en manera creciente, en Asia, y sobre todo en el continente africano. En este sentido, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, deseando apoyar dichas iniciativas, se ha comprometido a ayudar en la medida de sus posibilidades, a todas aquellas Diócesis de América Latina que deseen enviar a algunos sacerdotes, debidamente preparados, a dichos “territorios de misión”.
Asimismo, grande es la cooperación que desde hace años vienen ofreciendo al desarrollo de la conciencia misional, los diferentes Institutos misioneros y Sociedades de vida apostólica. Entre ellos quiero destacar los que son específicamente ad gentes, nacidos en América cuyos miembros se encuentran presentes activamente en los cinco continentes. Otro interesante aspecto a destacar, es el nacimiento en algunas Diócesis del Norte, Centro y Sur del continente de diferentes Seminarios Diocesanos Misioneros, expresión de una Iglesia particular que desea renovar su fe dándola a los demás, incluso “más allá de sus fronteras”.
Entre dichos signos esperanzadores, cabe mencionar también la presencia, muy extendida en la geografía eclesial del continente americano, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, que dan a la Iglesia una viveza que es don de Dios y constituyen una auténtica primavera del Espíritu. En algunos de estos nuevos carismas se constata un radical y generoso servicio al anuncio del Evangelio y a la misión ad gentes. En ellos la Iglesia encuentra también una adecuada respuesta pastoral al desafío de las sectas en no pocas partes de América.

¿Cuáles son los retos misioneros que la Iglesia encuentra en los otros continentes?
Si miramos rápidamente la situación de la población mundial en Asia, África, Oceanía, y, también en Europa, en relación a la fe cristiana, no podemos dudar en afirmar junto con el Santo Padre, que la misión “se halla todavía en sus comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en sus servicio”.
El continente asiático merece una mirada especial. En Asia viven más de 3.750 millones de personas, el 60% de la población mundial. Pero los católicos son apenas un escaso 3%, la mitad de los cuales concentrados en un sólo País, Filipinas. Asia, cuna de las grandes religiones tradicionales, es también el continente en el cual se concentran los mayores obstáculos para la actividad misionera de la Iglesia, ya sea por razones ideológicas que por razones religioso-culturales.
Otro continente necesitado en gran medida de la primera evangelización es Africa. La evangelización, con excepción de algunos países, ha avanzado gracias a una relativa libertad, con un buen ritmo. Sobre una población de 861 millones de habitantes, los católicos alcanzan el 17%. En varias regiones africanas hay apertura, e incluso una demanda explícita del Evangelio, pero lamentablemente, faltan misioneros que les anuncien a Jesucristo.
Entre los 30 millones de habitantes de Oceanía, los católicos son 7 millones y medio (el 12,5 %). Los no cristianos son todavía unos 9 millones. El continente europeo que goza de una plurisecular tradición de valores cristianos, está sufriendo una crisis secularizadora que amenaza gran parte de esos valores adquiridos, hasta el punto que hoy se dan nuevas situaciones misioneras que necesitan de una primera evangelización, además de algunos territorios todavía no suficientemente evangelizados.

¿Para terminar la entrevista, desearía añadir algo más?
Sí, permítame recordar cuál es el centro de toda actividad misionera: el anuncio de Jesucristo, único Salvador y Redentor del mundo, el conocimiento y la experiencia de su amor. Jesús de Nazaret constituye el núcleo del mensaje evangélico, del cual la Iglesia no puede sustraerse porque privaría a los hombres de la Buena nueva de la salvación. El II Congreso Americano Misionero manifiesta la solicitud de la Iglesia en América por llevar dicho anuncio a todos los pueblos de la tierra. Es una expresión concreta que la “vida de la Iglesia en América”, es y desea ser una vida vivida para la misión del Redentor, “hasta los últimos confines de la tierra”.
(SL) (Agencia Fides 21/11/2003 Líneas:180 Palabras:2329)


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