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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Durante la Audiencia general del miércoles 14 de mayo, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre retomó el ciclo de catequesis sobre los Salmos y Cánticos propuestos en la oración matutina de Laúdes, comentando el Cántico de Dn 3,26-27.29.34-41 “Oración de Azarías en el horno”. Este cántico es una súplica al Señor: es la voz de Israel que está experimentando la dureza del exilio y la diáspora. Azarías que entona el cántico, junto con otros dos fieles hebreos, es “en medio del fuego” como un mártir dispuesto a afrontar la muerte antes que traicionar su conciencia y su fe. Ha sido condenado a muerte por haberse negado a adorar la estatua imperial”.
“La persecución es considerada por este Cántico como una justa pena con la que Dios purifica al pueblo pecador” dijo el Santo Padre. “Ciertamente, el punto de partida es amargo, la desolación es grave, la prueba es dura, el juicio divino sobre el pecado del pueblo es severo” pero en la situación trágica del presente “la esperanza busca sus raíces en el pasado, esto es, en las promesas hechas a los padres. Se resalta pues a Abraham, Isaac y Jacob a los cuales Dios había prometido bendiciones y fecundidad, tierra y grandeza, vida y paz. Dios es fiel y no negará sus promesas. Aunque la injusticia exija que Israel sea castigado por su culpa, permanece la certeza de que la última palabra será la de la misericordia y el perdón”.
“El orante se acerca al Señor ofreciéndole el sacrificio mas valioso y agradable: el “corazón contrito” y el “espíritu humillado”. Es precisamente el centro de la existencia, el yo renovado por la prueba que es ofrecido a Dios para que lo acoja como signo de conversión y de consagración al bien. Con esta disposición interior desaparece el miedo, se apaga la confusión y la vergüenza y el espíritu se abre a la confianza en un futuro mejor, cuando se cumplirán las promesas hechas a los padres”. (S.L.) (Agencia Fides 15/5/2003 Líneas: 29 Palabras: 375)
